domingo, julio 17, 2011

Dulce pecado / del libro Acariciando Estrellas


Mi delirio comienza en el dintel de tu cuerpo, oasis de mis deseos, donde sucumbo al exquisito momento de amarte sin recelo. La luna da la vuelta, tapando su virginal rostro con encaje negro; junto a ella, las estrellas marchan en silencio hacia un amable rincón del cielo.

Lento, muy lento, como en un manantial de invierno, dejas mi cuerpo al descubierto, junto al calor del fuego que despacio quema los leños.

Son tus labios cálidos terciopelos que saborean las canelas de mis pechos, cuando de tus manos brotan las más sublimes caricias, aceite tibio que lubrica con oliva mis delicias.

Todo me provoca, cuando a mi respiración palpitante se acerca tu viril aroma, que me incita a besar suavemente tus contorneados placeres en los callejones de mi boca, donde el dulce pecado se hace manso y tu trigo erguido implora ser cosecha en su campo.

Se abren mis espigas, en el umbral de alcanzar el espiral, para internarnos como uno en comunión, gemidos en un vaivén sin control, una y otra vez… hasta juntos extasiarnos en la luz del resplandor.



P-Car



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