jueves, octubre 27, 2016

De amor y pena

Estuve
increíblemente atareada,
obsesivamente abnegada,
vertiginosamente ocupada.

Falsifiqué momentos del tiempo
por obviar tu tácita mirada.
De nubes abultadas con duelos
me llovió el arrepentimiento.

Éste es, mi enajenado llanto de yerros:
noches asintomáticas de esperanza
arropadas entre vacíos
urdidos de ausencias.

Al alba, las vacilaciones ofenden:
¿dónde navegan tus ojos?
¿de qué gaviotas son tus besos?
¿alguna piel sabe de tus atajos al cielo?

De amor y pena
mi corazón se detiene.
Y por no morir antes de mi muerte
en la bohemia de mis confesiones
dreno en palabras, lo que queda de mi alma.

Encumbro, loas, rimas, plegarias
que una a una, se posan en las estrellas:
ilusión de un manifiesto perpetuo
visible para navíos sin reina.

Los tripulantes me llaman poeta.

Ignota sobreviviente soy, nada más
que en ocasos de olas mecedoras
tu piel de sol
y ojos de mar…
aún sueña encontrar.



P-Car

domingo, octubre 23, 2016

Desde el alma

Después de dar un paso
el siguiente lo reprimo:
pulcra, limpio mi huella.

Mi sombra sumisa
toda vez se asombra.
Tan paciente como ella,
toda vez, lento le recito:

Evito ofender los luceros
evitando estelas extintas.

Evito noches sin prosas
oráculo de albas plomizos.

Evito, sin convenios,
lo que no me haga llorar,
pura y solamente,
de placer y emoción.

Evito lo que no me engrandece
al intentar encintarme con nada.

Nunca más he de explayar mi cuerpo y corazón
a quien no, con todo su cuerpo y corazón,
desde el alma, beba y embeba mi alma.

De lo sagrado, impido el ultraje:
Prohíbo hieran mi sentimiento.
Protejo mi poesía, con sangre.


P-Car

martes, octubre 18, 2016

Irremediablemente tú

Nadie podía predecir una lluvia
en medio de tanta primavera.

El té está listo.

El tiempo concurre. No lo ausculto.
Inicuo, nunca se detiene ni dice:
alerta, voy con urgencia.

En el jardín tras mi ventana
la lluvia transgrede los árboles
sin pensar que, antes de desintegrarse,  
cada hoja tenía un sueño.

El té se enfría.

Frente a mi mirada impotente
pasan tantas incongruencias
llevándose, quizás dónde,
emociones, pasiones, amores.

En la necesidad de un consuelo
fiel, me abrazo a tu ausencia.
Se estremecen las sombras
de todas las siluetas inertes.

Mi piel, que te hurga en la nada,
sigue entumida como la inocente agua:
sangre de una lluvia mala.

Mi cuerpo íntegro tiembla
como las hojas que van en picada
llorando… hacia un injusto fin
deprimidas por el olvido
no por la muerte en sí.

O debe ser la pesadumbre y el vacío
de esta soledad entre manglares
que produce ira en mi razón,
abismos en mi corazón
y congojas en mi alma

si el tiempo pasa así de severo,
la lluvia no vuelve al invierno,
las hojas mueren amontonadas,
el té sabe a lágrimas de hiel
y tú
-irremediablemente tú-
a mí
no puedes volver.


P-Car

jueves, octubre 13, 2016

No, no, no

No, no, no.
Que no me entere si mueres.

Así no te hable, así no te busque.
Así, ni frugalmente cerca te acepte.

Así, a silencio y frío perpetuos,
estés, sin retorno, sentenciado.

Es que, este hondo hondo rechazo
en el fondo de su fondo contiene
tanto tanto… taaaanto amor
que si voy a tu entierro
seguro que viva y gritando
a tu tumba me lanzo.


P-Car

domingo, octubre 09, 2016

Dos ángeles

Esta poesía está dedicada con inmenso cariño a mis dos hermanas mayores quienes ya partieron al cielo: Paulina, el 16 de abril del año 2007, a sus 52 años y Marcela, el 2 de septiembre de éste año 2016, a sus 60 años.

Que ambas descansen con mucha paz, en los brazos luminosos de Dios y con la tranquilidad que aquí en la tierra dejaron una gran obra de amor. Nunca serán olvidadas. Ellas… viven en nuestros corazones y almas.


Dos ángeles
Paulina (izq) y Marcela (der), el día de su primera comunión.

Entre nuestros abedules juguetones
pasó de pronto, audaz y violento,
un extraño viento frío.

Al finalizar la tarde,
aclaró el cielo y el aire, pero
sus queridos rostros faltaban.

Escudriñamos todo sin entender por qué,
entre el mar y el fuego, del nido
ellas… habían partido.

Siguieron días, severamente nublados
y muchas noches sin lunas ni estrellas.

De pronto, en un luminoso amanecer,
una benevolente comprensión
entibió nuestros sentidos.

Ellas, nuestras queridas Paulina y Marcela,
habían regresado al universo.
Ellas… habían sido siempre dos ángeles
en una maravillosa misión de amor.

Hoy, damos gracias a Dios
por aquel bendecido tiempo
de su hogar en la tierra.

Extrañamos sus miradas, sus risas,
sus pensamientos, sus bondades.

Tan verdadero es como que
las tenemos y recordamos
acurrucadas en nuestras almas.

Donde ambas descansan
sepan que el olvido
no es parte del amor verdadero
y que siempre, hoy y mañana
hemos de necesitarlas.



Paty

P-Car                                            

miércoles, octubre 05, 2016

Ella

Este poema de mi autoría, dibuja un escenario imaginado,
en que un hombre dice la verdad de su corazón a su amada.


Eran sus ojos plenos de una última mirada
cuando creí que un sable cruzaba mi pecho.
Mis lágrimas mojaron desde su mano fría
hasta el último vestigio de aquel ocaso.

Aprendí, que el sentido de toda una vida
puede acotarse a tan solo un momento:
justo, en ese lugar y en ese instante,
como un pájaro que olvida su canto,
por caer su nido y desteñir su cielo,
la amé, con un amor ignoto e insoportable.

Era especial y única: maravillosa.
Siempre fue y será mi lucero,
mi paz, mi cumbre y mi mar.

Ella, desde que me vio, me amó.
Yo, en su partida, supe que,
con locura y envergadura,
como nunca a nadie, la amaba.

Luego de tantos silencios necios
ahora, mil veces, con mil besos,
en mil noches, en mil amaneceres…
quisiera decírselo: decírselo tanto.

Ella adoraría se lo susurrara al oído.
Tanta impotencia, reseca mis labios.
Amaina la culpa, en el consuelo que,
con su esencia en mí, he de morir.

Moriré feliz, con ella en mi alma.
Iré a su encuentro, pensándola:
quiero hallarla, debo decírselo.


P-Car