Si alguien
pregunta por tu pasado
de lo nuestro
nada cuentes.
Si intuye porque
no entiende
que una
brillantez inusual
brota en tus
ojos y semblante…
evade, evade,
evade.
Respira normal,
muestra
naturalidad.
Si insiste, di
que sí,
que hubieron algunas
pero ninguna importante.
Miente, miente,
miente.
Contempla nada por
la ventana.
Deja que por un rato
imperecedero
mi memorial recorra
tu oculta verdad
agitando tu
sangre, templando tus terruños,
espigando tus edenes,
elevando tu sensibilidad.
Permíteme despejar
las pertinaces nubes
inundando de estrellas
danzantes
el cielo sobre
tu aura.
Sí, déjame
recorrerte y ser por un lapsus
¡lo que aún es y
me fue arrebatado!
Pero, ni molesto
e impulsivo,
nostálgico o romántico…
vayas a mencionar
quien soy y fui
y el significado
de lo nuestro en ti.
Calla, calla
¡calla!
Mucho menos nuestro
final.
¡La consecuencia
sería fatal!
Una brutal
incomprensión
se adueñaría del
credo, del aire,
de los ciclos y
de la astral suerte.
De polo a polo, se
apoderaría del planeta
-así como se
apoderó de mi vida entera-
al enterarlos que
me dejaste sola -deshecha-
aún amándome como
me amabas:
con tus
contradicciones y chifladuras,
con la complejidad
de tu naturaleza,
con tu esencia
errante inquietante,
con tu cuerpo y
corazón vivaz,
con tu selecta entelequia.
Como se ama ¡un
sueño con el alma!
y el alma ¡con
la infinita existencia!
Por ello, por tu
eterno secreto
y por tanto
¡tanto que queda!
sin respuestas,
sin propósito:
niégame, niégame
¡niégame!
No soy alguien:
soy nada.
Soy lo etéreo y
el silencio,
no tengo rostro
ni nombre,
no soy tu débito
emocional.
No soy la pasión
que si existe,
que cavilas, suspiras
y celas
¡en lo más íntimo
de tu ser!
P-Car