Sentir
la poesía y luego escribirla es una forma de vivir la vida, desde una
plataforma levemente más elevada. Es ser un observante agudo y sensible de los
movimientos humanos y de cómo éstos afectan el ánimo, las relaciones y el
devenir del mundo.
Escribir
y entregar poesía, en algunos momentos es complejo, porque te pones cara a cara
con aquello que denota pena o dolor. En otros, es balsámico, porque significas
lo grato y la belleza. Al cerrarse ciclos, todo es un crecimiento que se agradece.
Lo emblemático es que mi poesía radica en la realidad, ya sea en una verdad
nacida de una experiencia propia o de una honda observación del prisma
universal.
En
mi caso que soy una autodidacta, siento que he ido madurando a través de mis
textos, tanto en el estilo como en mi interpretación de los sucesos. Cuando
comencé, no imaginé que esto se transformaría en algo tan trascendental. Entré
en una bondadosa senda de luces y sombras, sin retorno, sin arrepentimientos. Dar
a conocer lo que escribo no fue fácil al inicio, pero con el tiempo me ha regalado
una libertad maravillosa y me siento privilegiada por ello.
Como
todas las artes, hacer poesía es una forma de cuestionar, diseñar, concretar y
drenar imágenes que cumplan una misión. En ello siento que lo divino pone su mano
así como la puso en mi hombro, desde que comencé a conocer y desarrollar el
arte de escribir.
Así
es mi historia: breve, simple, sensible, romántica. Un reflejo de mi mundo
interno, de mi esencia. Me siento bien conmigo misma por mirarme de frente hacia
lo profundo, de escuchar mi voz interna y concluir que todo lo transitado vale
la emoción que conlleve, en este inigualable y maravilloso camino de
iluminación que es la vida.
El
día que mi alma se eleve a otra dimensión, quisiera que quienes me quieren y
valoran, me recuerden a través de mis versos. Será mi legado, mi forma de
consolar mi ausencia y de decirles eternamente que los amo.
Patricia Carvajal G.
Seudónimo: P-Car
Viña del Mar - V Región - Chile