sábado, julio 31, 2021

Tu eterna primavera

 

Yo sé que deambulas entero, sólido, alto, completo,

como un roble ilustrado, tu faz y cabello al viento.

Pálidas hojas, que niegan el abrazo otoñal.

 

A pesar de saberte, yo cada día te invento

te pongo en mi silla, en mi ventana, en mi cama.

Te ríes, escribes, lloras conmigo.

Me miras, contento me observas,

¡siempre complacido!

 

Circulas en mi estirpe, en mi mantra.

Me brindas calor de hierro venido del fuego

y te apoyas en mis heridas, las sanas.

 

Es cierto, llegaste a mí como lo que eres

un hombre hecho, un gigante entre mediocres,

sin embargo

desde que mis ojos te perdieron en el horizonte

y tu figura se fue haciendo cada vez más pequeña,

-inalcanzable, ingobernable-

yo te concibo, te creo, te moldeo.

De mi pecho, te alimento, te bautizo,

te adulo, ¡te estampo inolvidable!

 

Alumbras mi existencia porque

cada alba, cual ritual espiritual, te perpetúo.

Extiendo las piernas de mi elástico corazón

y te doy a luz

sobre la sábana de mi alma.

 

Eres mi faro, mi salvador, mi resplandor.

Mi campo abierto, mi atmósfera,

el sereno de mis noches,

la paz de mis madrugadas.

Muerta la tempestad, soy tu eterna…

¡eterna primavera!

 

En un mundo que llamo nosotros,

tú -solo tú-

conmigo -solo conmigo-

mientras yo abrace esta resistencia al olvido

y mi quimera desee aspirar

serás mi creación, mi revolución, mi inspiración:

De mi tinta…

¡infinito florecerás!

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P-Car




 Paty Carvajal-Chile

Derechos Reservados

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Imagen: de Internet


martes, julio 27, 2021

El desmayo de la luna

 

Muchas cosas del tiempo oscuro

torpes y famélicas de padecer

me transportan

-siempre me están llevando-

a un solo instante

vivaz y refulgente.

 

Por todo lo agrio que voy

los días y las noches del hoy

me dirijo a un dulzor del futuro

sedoso y embriagante.

 

Lo decadente y flemático, infalible,

cual fantasma codiciando un vals

me lleva a lo envidiable y potente.

 

Eso que comenzará

al deshojar tus yemas

el iris de mis caderas

y que acabará infinitamente veloz

cuando se desmaye la luna

en los brazos del sol.

 

¡No puedo más,

amor!

 

Como ella

caeré esta vez

impresa en tu húmeda piel.

Con mi cara en tu pecho

y mi palma en tu vientre

ya no despertaré…

 

Y así

-alma de mi alma-

seré por fin, en ti,

cósmica suave muerte

y eternidad sin espera

-sin ponzoñas, sin pena-

sobre el jardín de tu corazón.

 

Sin aprensión -como fue tu pasión-

con desgarro -como fue mi agonía-

sostenme así

parda, serena, feliz

un santo tiempo de perdón y silencio

hasta que te quiebres por divisar

dos lunas en el cielo.

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P-Car



 
 

Paty Carvajal-Chile

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jueves, julio 22, 2021

Ama de tu alma

 

No soy apoderada del juicioso tiempo,

nadie, salvo quizás, el tiempo.

De mi pensamiento,

errores y aciertos

apenas lo soy.

 

No soy dueña de tus ojos,

de tus temblores, utopías, decretos

ni del pasado que nos unió.

 

Sin embargo, luego de bordar con oro

mis caderas, mis labios, mis llagas;

de admirar el ocaso más allá de las rosadas nubes

que pasan como religiones en celo

anunciando la fecundación

de un nuevo infinito.

 

Después de aquello

justo a la hora, esa hora…

en que la gente buena y los otros

caen agrestes, iletrados, instintivos

a hacer cálculos, conjeturas del día siguiente,

a dormir, a soñar, a cumplir el amor…

mi corazón -potro excitado-

late aventurado… ¡fuerte!

 

Y es que cuando la inspiración me da a luz

sobre la extensa sábana de la nada,

me concibo inmaculada:

una recién nacida.

 

Luna amarilla, sol, un rayo caliente,

en la cerrazón de la noche fría

que llora y grita:

¡estoy viva!

 

De tu nublada existencia

a la plomiza melancolía mía

soy la literata, la maestra, la artífice,

la venosa mano que guía.

 

Entonces sí -ay mi Dios-

habito el mayúsculo espacio y me hago

benefactora del ayer, del presente

y del instante siguiente.

Tuyo, mío, nuestro.

¡Escarlata del mundo!

 

Del encanto, del prodigio, de la línea,

del primer y último respiro de vida.

Propietaria de las estrellas todas,

vigía, en una topografía sin fin.

 

Sabida, en la sinfonía de las horas

desde la medianoche de las adivinas

al amanecer angelical de las alondras.

 

Barca con alta bandera blanca

 surfeando la espuma de las olas

sobre un índigo que hidrata y tiñe

el sonámbulo lapsus que no quiere sucumbir.

 

Sí amor, y mientras conmuevo mis trazos

te recreo, te levanto, te edifico, te sano.

Soy feliz y como nunca así

¡te amo y me amo!

 

Y es que cuando, en ese ayuno del yugo,

hago sensible presencia de tu perversa ausencia

me convierto en tu sensual sirena,

libre, acuática, perfecta…

¡ama de tu alma!

 

Sí, amante ardiente soy de mis letras

y de ti, amor querido,

mi bien -mi tormento, mi tormenta-

con una bestialidad mansa.

 

Solamente, mi cielo…

en esos ansiados momentos que mi alma,

durante un sol completo espera y añora

¡desde el reposado crepúsculo

al majestuoso gong del alba!

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P-Car




Paty Carvajal-Chile

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sábado, julio 17, 2021

Suéltame

 

Suéltame, estoy muerta.

Entre verso y verso

clamor a clamor

-amor-

me fui tan lento

que no te diste cuenta.

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P-Car





Paty Carvajal-Chile

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Imagen: Adam Martinakis

https://www.martinakis.com/


miércoles, julio 14, 2021

Te debo tanto, vida

Poesía dedicada a una amiga que partió a los brazos del Señor.   

Te debo tanto, oscuridad…

sin perderme en tu ciega densidad

jamás hubiese descubierto la luz.

 

Te debo tanto, tristeza…

sin haber sentido tu agudo dolor

jamás hubiese conquistado la alegría.

 

Te debo tanto, amor…

sin haber saboreado tu dulzor

jamás hubiese espantado del todo

la oscuridad y la tristeza.

 

Te debo tanto, tanto, vida

sin haber habitado tus vacíos

sin haber poseído tus tesoros

sin haber recorrido tus perfectos caminos…

la muerte nunca me hubiese alcanzado

y dado a mi alma, su beso eterno,

para luego recibir el obsequio

de, así de infinita, flotar feliz

enamorada del cielo.


Descansa en paz Sandra querida.

At Rest - Kevin MacLeod

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P-Car



Paty Carvajal-Chile

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jueves, julio 08, 2021

Aprendí

 

Aprendí a hablar y estar en silencio a la vez.

Aprendí que el silencio puede ser dolencia

y también, sanación.

Aprendí al silencio enmudecer

después de al silencio debatir.

Aprendí qué silencio elegir,

para en silencio escribir.

Aprendí que -más que yo-

el silencio aprendió de mí.

Ambos hoy nos respetamos,

nos queremos, nos dejamos ser.

 

Y aprendí que, por el bien de quien sea,

hay historias que no se deben silenciar.

Que hay silencios de amor,

que emanan de unos brazos

que te acurrucan y te regalan

rítmicos latidos que te transportan

y silencios repulsivos que gritan:

“te ignoro porque no me importas”

 

Hace tiempo hubo

un tiempo de luto oculto

en que te llevé conmigo cada hora,

sí, imposible no hacerlo:

te habías adherido a mi flora,

a mi verbo, a mi musa,

a mi sangre, a mi aroma.

Entonces abrí un agujero en mi cerebro

y te puse ahí, anestesiado, casi en coma.

 

Entonces supe que el invierno

no es algo que llegue una vez al año

y solo transcurra tras la ventana.

El más crudo invierno es algo

que sucede en cualquier momento

así los parques estén florecidos de rosas.


Que también, una primavera se puede provocar,

aunque de trabajo sembrar y cuidar las semillas.

Y que si al inicio sientes un frescor

puedes abrigarte, mirar un fuego,

y tomar vino mientras tejes sueños.

 

Aprendí a sufrir, sin notarlo ni anotarlo.

A vivir sola, echar flores a mi valentía

y a la soledad, hacerla mi mejor amiga:

Hacerla guapa, hacerla música, hacerla poesía.

 

Aprendí a construir en mi mente

la anchura de un fantástico futuro

donde nunca tú, tuvieses un cupo.

 

A largos ratos, quise no aprender tanto.

Reprobar las materias, herirme, desangrarme

para que debieses rescatarme urgente

de mi miseria, de mi dependencia,

de mi desidia, de mi ignorancia, 

¡De mí, sin tu presencia!

¡De mi muerte!

 

Pero no, amor, no volviste.

 

Tu vanidad buscó reemplazarme

simular que no te enamoraste.

Pero también tuviste que aprender, lo sé

que eso fue un error, peor que la soledad,

un vacío aumentado, un desacierto total.

 

Lloré mil veces las mismas lágrimas

caté el mismo sabor con igual densidad,

el mismo misterio, el mismo anagrama,

los mismos rostros, riendo de mi dolor.

Y luego de secas por gastadas lloré en vano

las de la lluvia que no cesaba

en mi cuarto clausurado.

 

Pero no volviste, no estaba en ti, claro

nunca lo estuvo,

cruzar tus bosques, tus oscuridades,

vencer tus fantasmas, ganar tus batallas,

y llegar a mí triunfador y humilde a la vez:

llano, albino, nonato, dulcificado,

mirándome al fondo de lo que soy

ya curado de tu ceguera espiritual.

 

Pero no, amor, no regresaste, ni sucio ni purificado.

Ni la sinopsis de tu luz o de tu sombra pude divisar.

 

Entonces aprendí -tuve que aprender-

para no dejarme morir -de amor-

Lacia y ajada, poco a poco, gajo a gajo

desalojarme, de ti vaciarme

llenándome de mí, de valor.

Y sin tu amor, no desarmarme a pedazos

cayéndoseme la piel sin tus manos

como hojas secas de un otoño despiadado.

 

Aprendí a lanzar flechas y no siempre dar en el blanco

y no por ello bajar la frente ni menos dejar de practicar.

El juego tiene algo mágico que se siente intensamente

cuando te paras erguida y ¡lanzas!

acertar al centro, es otro cuento.

 

Sé que alguna vez cambiaré de diversión

por la de lanzar besos a unos labios.

Y cada hora siempre daré en el blanco.

Habré obtenido, en el corazón,

un galardón perpetuo.

 

Esta mañana, me vi en el espejo,

me quise, me regalé impulso.

Me enorgullecí de cómo me vi:

Empinada, bizarra, dispuesta a ser olvidada.

U odiada, si con ello se aniquila esta historia

en millones de pedazos indescifrables.

Enfocada en olvidar con la misma totalidad

que debe contener el mar y el cielo del infinito.

 

Sacarte los ojos en mis sueños y olvidar cabalmente

el primer instante mágico en que ellos me miraron.

Aún sabiendo que te irrita te borren

y te enrojeces y rompes y te desarmas.

¡Porque resistí analizarte de lejos, aprendí

que no existe un evento que detestes más!

 

Y porque fui alumna obsesiva, estudiando desvelada

aprendí que siempre debemos preferir la dignidad.

Diciendo que NO al hervor efímero de la pasión

y permitir escurra de tus venas, el sudor del honor.

 

También aprendí, que hay veces

-más bien dicho, SIEMPRE-

que eso que llaman amor propio

debes descubrirlo, desvestirlo, hurgarlo.

Amarlo cada noche, cada madrugada

y hacerle el amor a mediodía también

para que así, el frenesí dure hasta el ocaso.

Dormir bien, encajada,

no precisamente con otro cuerpo,

sino… ¡con tu alma!

 

Aprendí tanto, sin tú haberme querido enseñar.

Claro, si eres ese tipo de humano inhumano

que no pierde tiempo con nadie que no seas tú.

Tus afanes son antiguos, tus hastíos, veteranos.

Tu tiempo estaba tieso, antes de llegar a mi reloj.

Mi auténtica maestra fui nada más que yo.

 

Ah, me falta la guinda del postre.

Decirte que no solo aprendí

sino que me titulé con honores

y al subir a una nube vaporosa llamada goce

la luna, me regaló un sol.

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P-Car


 

Paty Carvajal-Chile

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