Toda mirada que se haya detenido sutil o sagazmente en ti,
toda boca que haya rozado o asaltado tus labios, toda ansia que haya acariciado
tímida u hondamente tu silueta, cualquier voz que haya osado modular en tu oído una
emoción o sentimiento… son como irreales: no conmueven, no transforman, no prosperan,
no trascienden. Y así como la eventualidad de una noche sin luna excesivamente negra,
sin explicación suceden y al llegar el alba, sin soflamas ni remanentes, tan
solo se esfuman, ¡desaparecen!
Tú sabes - yo sé - que en ti y en mí existe una impronta que
nada ni nadie puede extirpar de la memoria de nuestra piel, ni mucho menos, de
las desnudas intimidades del alma. Por ello digo “fuimos lo que fuimos” y eso,
que no logro definir con legalidad terrenal, si puedo sentirlo cual inmensa
verdad astral, en el anonimato más espléndido de mi totalidad.
La honremos o no, existe una huella -tal vez eterna- que
ambos sabemos que ni el tiempo ni la intrepidez de creernos superiores a ella,
ha logrado desprender. Es como un erario, una señal quizás o una entrañable
misión, que se concibió una preciosa noche en que, con su paz y resplandor nos enlazaron,
absolutamente todas las estrellas. Allí, sin preocupaciones, fuimos labriegos y
fruto del mismo árbol. Ambos, en un instante mágico, fuimos lavados con agua
del cielo, para luego estar juntos sin pasado ni futuro, como recién nacidos en
una apacible tierra… sin dogmas, sin acechos, sin miedo, sin dolor. Tan solo tú
y yo… tan solo el amor.
Es difícil hoy, no sentir unidas nuestras manos, pero
porque la complejidad es un misterio y en esta extraordinaria vida, todos los nublados
senderos nos conducen a un lugar de luz y entendimiento, es que mi espíritu
tiene la creencia de que todo este meditativo peregrinaje, sucede por un motivo
superior, por lo que yo -ni víctima ni superada, ni docta ni adicta, ni vacía
ni plena- nada más que vigilante y tranquila, sigo oyendo la melodía que del cosmos
llega, con atención, amplitud, conexión, gratitud, perdón, reflexión y entrega.
Querido… ¡fuimos lo que fuimos! ningún poder puede
cambiar aquello -y nosotros tampoco lo querríamos- pero lo que hemos de ser, erigir,
engrandecer y preservar hasta nuestra frágil muerte -y quizás hasta una soñada realidad
siguiente- de nuestro genuino sentir, adquirida sabiduría, atenta percepción, nativa
intuición y seductora voluntad depende.
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Paty Carvajal-Chile
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Imagen: Adam Martinakis