Al franquear el
núcleo de mi cuerpo
fantaseaba con los
tornasoles
de una felicidad
nueva.
Y es que tan
intenso fui tuya
como yo, insondable
te amé.
Mi revolución visceral
no advirtió
las viscosas dosis
de agonía
que en mí...
lento derramabas.
lento derramabas.
Hoy, tu palpitante
dominio,
vacío,
es sequedad, es desidia,
es condena.
Es morir, como mueren
en masa las gardenias
sin la humectación
espiritual de la primavera.
Tallaré lo que
pienso en una piedra:
tu ausencia...
no es lo mismo que
tu no presencia.
Por ello, con
dolor criminal digo
que el único
prodigio dable para mi vida
es que tú, mi
bien amado…
nunca…
¡nunca hubieses
existido!
P-Car