Calla, hay palabras muy bellas
pero oraciones que aniquilan.
Calla, que prefiero oír al viento
al mar, al invierno... ¡al futuro!
Calla, no vaya ser que expreses la
verdad
oculta... en una infinitud taciturna...
y hoy sepamos que todo lo que sucedió
y lo que no sucedió en ese tiempo
fue abstracto, fue en vano, fue absurdo.
Déjame en ésta, mi diminuta balsa
que construí con mis propios recursos
ayudada por la fibra de mi esperanza
y la bruñida maestría de mi alma.
Déjame así, sobreviviente del océano,
rodeada de tiburones hambrientos
bajo negras tormentas que sobrecogen
y, a ratos, mecida por una garrafal
calma
que no siempre... da confianza.
Pero déjame en mi reducido mundo
en el que, hasta hoy, me salvé sola,
a tientas, a tropiezos, a pulso,
donde creció la mujer que soy
con lesiones, con hambre, con sudor.
Déjame aquí, donde el silencio
es la festividad de la aurora
si la poesía hace de remos.
Así, tal cual como me dejaste, sola
en este modesto espacio que de ti
no contiene una sola sombra.
Calla, no hables, no te atrevas...
que con una sola frase que enuncies
en un instante podría regresar
al instante del nunca más
y transformarlo en un...
¡contigo hasta la eternidad!
Calla, si de mi sueño irreal...
de tu vehemente proximidad,
de tus besos, de tu cuerpo, de tus yemas
de la total conmoción de mi realidad...
de mi imperiosa elevación...
de mi éxtasis por tu éxtasis,
otra vez, amor... ¡otra vez!
no me has de salvar.
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P-Car
N°1567 – 26.10.2023
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