Y después de todo… ¿qué quiero? Entonces se atolondra al primer lugar la
pregunta ¿quién soy? Claro, certeza tengo que soy una porción del pasado con sacudidas
de recuerdos, una historia que queda tatuada y una herencia de amor. También, la
mezcla justa de piel y sentimientos, sosteniendo en las articulaciones, fragmentos
de sueños repetitivos.
A veces, soy una cúpula traslúcida. Una que necesita para ser feliz, roces
suaves y luces cálidas, pero que está instalada en medio de torres de cemento,
expertas en guardar arcas de ego y oro, custodiadas por espléndidas siluetas de
rostros perfectos. Arquitectura que no sensibiliza corazones, al contrario,
genera envidias y odiosidades, pero hace creer a sus habitantes, que son sólidos
y exitosos.
Oh ¡Cuántos errores veo, desde este pequeño nido de cristal que roza las
nubes del cielo! A veces, me siento triste y compasiva por las personas
malvadas, ciegas, vacías, superficiales. Luego, sin hallar ningún remedio a
tanta inercia, me aturdo, lo olvido.
Soy y no soy, en medio de esta selva sin hojas, de donde el fruto dulce y
auténtico, emigró hace cien primaveras.
Me levanto con lo que siento. Estar enamorada es mi esencia: de la vida,
del amor, de la poesía. Erijo cada día algo grande, que después de una
seguidilla de suspiros famélicos, busca la grandeza espiritual de la noche, con
esa magia única de la luna, el sueño lúcido de un beso, una copa del color de
la sangre oscura y en mi cabeza, las líneas pálidas de un verso, que sustrae de
la quimera infinita, una nueva versión de la esperanza.
¿Quién soy? ¿qué quiero? No es algo decidido. El amor que palpita en mis
venas, mi fe, mi disposición a vivir, son mis cimientos. Me construyo cuando
inhalo el alba. Soy, lo que me trae cada día, y no aspiro a más que lo que la
noche me regala. Qué importa nada, si estoy aquí, amando todo, lo bueno y lo
malo.
Fracturas, si, las hay y duelen, nos afectan, nos desarman por eternos
períodos invernales, pero qué importan si tenemos la fuerza y sabiduría, para
de ellas aprender y sanarlas. Y yo aprendí que la soledad no es una situación,
es un estado. Con Dios cercano, nunca estoy sola y Él me ha hecho creer en mí. ¿Cómo
puedo sentirme solitaria? si soy mi mejor amiga, mi más honesta y fiel
compañía.
Me importa la ignorancia de lo vital, pero, cada quien con su
aprendizaje y destino. No es posible vivir la vida de otros, como tampoco,
nadie vivirá la mía.
Hoy, me tengo más que nunca. He deshecho la formalidad de los testamentos
y sigo siendo la publicista número uno de mis particulares proyectos, pero lo
principal es que cuento con mi coraje, mi descendencia, mi alma, mis suspiros junto
a la bendición y emoción sin igual de ser… ¡POETA!
P-Car