Creer que avanzamos
vivos en este planeta
de temores en
propagación descontrolada
de uniones bramando
en caída libre
de caimanes llenos
a costa de los vacíos
de más
revueltas que inspiraciones
de más
ausencias que caricias
de más deudas,
que de modestia
de querer ampliar
la velocidad y no el sosiego
de más
noticias güeras que poemas celestes
y de
preguntas que finan sus respuestas insuficientes
antes que un valiente, las pueda modular siquiera…
nos hace ser
tercos, ciegos, serios, torpes,
difuntos tibios,
insustanciales: ¡mediocres!
Cómo no subrayarlo
si resumiendo el día
hacemos el
amor sin amar el amor
comemos y
bebemos porquería, y en demasía,
damos estatus
y crédito a caricaturas y no
a la necesitada
dulce mirada y la sabia palabra,
mirando en
exceso artificiales luces azules
en vez de
contemplar el índigo del mar y del cielo,
admirando
estrellas que no son tales
en vez de
maravillarnos con el firmamento,
al tiempo que
se amontona tanto sarro y sebo
como dolor, en
el alma y cuerpo.
Pero nunca lo
obtuso resuena más agudo
que si oímos y
exclamamos ¡oh, cuánta razón!
pero por
pereza, no hacemos cambio alguno.
Y para
concluir, porque es invalidez general
ligeramente lo
abreviamos como “normal”
¡Oh, no
podemos ser tan estúpidos!
Si estamos de
pasada un segundo
en este
vehemente precioso mundo.
A mí me
parece -citarlo es triste-
que jamás la
tierra es más húmeda,
aromática, azucarada
y fecunda
que cuando
llorando a chorros, otros,
la vuelcan
sobre nosotros.
Incluyo a los
que no nos conocieron a fondo,
porque después
de un solemne discurso
nos hacen
parecer seres irrepetibles,
en vez de
decir algo breve y seguro:
“por burro, se
nos fue otro tonto”
Pero a la
vez, así lo siento sin aval legal,
que quizás, solo
en esa consumación,
del vientre
del mal al arco iris del amor
como diáfanas
gotas de agua pasada la tempestad
que caen impolutas
en el ventanal del futuro
libres de
sellos, marcas, rótulos o códigos de barra
sin pensar de
dónde vienen y a dónde van, sin pensar…
lentamente,
sin apuro alguno
nos daremos a
luz nosotros mismos:
¡habremos
realmente nacido!
luego de un
parto muy duro.
La muerte -la
que decide Dios solamente-
de venus a
marte, del uno al infinito,
de la palabra
primera al final de este verso
de unos
labios fríos que besé y amé
a mi boca loca
que ya no quiere ni va a callar
¡les prometo!
será el mejor suceso.
Témanle al
espejo, a la verdad, a la poesía,
al hambre, a
la injusticia, a la mentira,
a un futuro
sin memoria, sin amor
pero a morir,
a ella, a la muerte… ¡no!
Nuestros hundidos
huesos ¡valdrán oro!
Es lo que deduzco
hasta hoy, en que seguro,
con leguas de
rumbo, no he aprendido poco.
Pero
entonces, por qué, no hacemos algo:
Detente a
pensar nada más un momento
y con una
palanca virtual, abre tu pecho,
deja al aire
tu corazón, déjalo que se queme
y luego se
despelleje con lo verdadero.
Juntos cambiemos,
de la humanidad,
este evidente
deprimente destino negro.
Decidamos ejercer
nuestro milenario poder interior
¡actuemos con
sensatez y bondad!
¡coherencia y
honestidad!
Para los
hijos de nuestra descendencia
sería una
bendición, un tesoro de herencia.
Fácil no es,
pero cada ser humano,
sin importar
su umbral, su localidad,
desde su
realidad, algo puede aportar.
Ganar cada
día, sin armas, una batalla
al reloj, a
la desidia, a la ignorancia,
a la ambición
desmedida, a la perfidia,
a la
indiferencia, al perjurio, al vicio,
al hambre, al
abandono, a la suciedad,
partiendo por
agradecer y dejar de enemistarnos
con la narrativa
que, esta vez, nos tocó transitar
junto a todas
las frecuencias del alma
como son, entre
otras, creernos solitarios.
Somos
millones dejando huellas de sangre
¿para qué
esperar morir para reverdecer?
Allí, sentir
negras culpas y arrepentirnos,
dando giros en
los remolinos del limbo.
Ver en regresión
tras regresión, todo lo mal hecho
el padecimiento
causado en inocentes hermanos
y no obstante,
acunando las posibilidades,
con énfasis
mirar pálidos, lo nunca intentado.
Mejor es, aquí,
este asombroso planeta redimir
segundo a
segundo, paso a paso, codo a codo,
músculo a músculo,
un movimiento a la vez.
Respiro a
respiro, beso a beso, verso a verso,
todos juntos,
ahora, e irnos a la eternidad,
como Dios
manda y los ángeles tararean
¡nada más que
a descansar!
El desvelo y
versar es mi claridad.
Sé que
atesoras un don y actitud.
Expresa tu
verdad, dinos:
¿Qué harás
tú?
.
.
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P-Car
Paty Carvajal-Chile
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