Esta poesía la escribí por petición de un padre en duelo, devastado por la muerte de su hijo. ¿Cómo negarme ante tal pedido? ¿cómo no imaginar su tristeza? ¿cómo?... si soy madre y abuela y no imagino la vida sin mis personas y personitas amadas.
Dedicada a Inger José Q.E.P.D. (2008-2016)
Dedicada a Inger José Q.E.P.D. (2008-2016)
Lo terrenal y
trivial pierde significado
cuando se ha
tenido por horas, días o años
el regalo más
bello para el corazón.
Al recibir la
bendición de un hijo
desde su
primer signo de vida
los colores conforman
un arcoíris
luminoso de esperanzas
inéditas.
Y al sostener
en tus brazos
ese pequeño
ser indefenso
te explota en
el pecho
un amor
sublime y eterno.
Inger José, mi
inocente niño
que sin aviso volaste
al cielo:
te imagino alegre
bajo focos de lunas
con un veloz lucero
en tus pies
apuntando a un
arco de estrellas.
Juega y triunfa.
No tengas pena.
Sé esencia y sonríe
más que nunca
agradeciendo la
plenitud sagrada.
Extraño en
demasía tu mirada
pero amalgamado
a pensamientos,
sueños, versos
y sentimientos
-así no exista
consuelo posible-
perpetuo serás
en el recuerdo.
Hijo adorado,
ángel del universo:
Me invaden sin
tregua, tu ausencia,
la amargura,
el odio y la impotencia.
Es tan desgarrador
el dolor
que en largos
lapsus, las palabras que sé
no alcanzan.
Se esfuman, se acaban.
Entonces
sucumbo y lloro hasta caer
deseando
alcanzar tu vuelo.
Con la poca energía
que me queda,
más éste cariño
sin límite en mi alma
te grito hacia
lo alto: Hijo mío…
descansa en la
luz y paz infinitas,
que hoy y
siempre…
¡tu padre te
ama!
P-Car