Los mismos espacios que tu frenesí llena
ensanchados de bravío gozo, y dolencias,
existen, dramáticamente vacíos de pena.
Esas zonas que censuraron y protestaron,
que ganaron y amaron, nada más gimen.
Perdieron sentido. Se desvanecen grises.
A cada nuevo preludio de otro instante oscuro
no saben otra labor que llorar lágrimas de lodo
hasta el trance anterior, amor, al trágico ahogo.
Son mi tez, mis caderas, mi cuello, mis labios,
más todos los órganos, hebras, huesos y lagos
que sobreviven sobre y bajo mi piel, rodeando
mi desahuciado corazón, moribundo y pálido.
Esas zonas que son toda yo, son todo tú, ¡siéntelo!
Sin tu presencia o tu ausencia -volviendo siempre-
sin tu ardor y propósito, todo desaparece, ¡créelo!
Y si muero, como mi todo eres tú, mueres en mí.
Extrañándote de la forma mortal que te extraño,
extrañamente juntos, extrañamente agonizamos.
Nunca quise verte inanimado. Sí, amor, todo di,
y por ti, de vida, mi felicidad te hubiese saciado.
Mi casi extinto bien, de mi casi remitida alma
en este inminente fin, di que me perdonas, sí
porque sentenciada, en la cruz de tu falta
yéndome de amor lapidada, involuntaria,
peco por extinguir… tu brillo y tu llama.
Con mis vaciadas partes de luz tú llenando
¡ya despegamos amor! más parto llorando…
porque aún teniéndote tan dentro de mí…
muero dos muertes sin irme en tus brazos
y tres, sin de tu nítida voz, oír un te amo.
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P-Car
Paty Carvajal-Chile
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