Danzas en mi
vientre ¡siempre!
Te licúo ¡en cada
uno de mis torrentes!
Inmerso, te cubro
inmenso y te doy mi calor.
Amorosamente, entibio
tu corazón y tus huesos.
Te doy besos ¡en
exceso!
Te contemplo y ¡te
sorprendo!
No dejo que se consuma
el ritual.
La boca de la tierra
¡nunca te hará desecho!
En mis venturas
y empeños
tus alas desciendo
a la ensenada.
Son tus pies en
los míos, cariño.
Son tu celeste
en mi ojos, ensueño.
Son tus luces en
mi senda ¡luceros!
Mis suspiros te
doy y avanzamos,
zigzagueamos y
relatamos:
tapetes púrpura,
puentes llanos,
avances auroras,
coplas ocasos.
Para lo nimio, estás
adherido a nada,
pero de mi ser, nunca
has despegado.
En el almanaque,
eres invisible,
en mí, estás
aquí, más definido.
Al luto bizantino
lo embistió un
blanco.
Se cubrió de hiedras
albinas
venidas de los altares
australes
que nuestras
ilusiones procrearon.
No obstante
lo accidental de
la muerte
¡fuimos
bendecidos!
Pensar que otros
que se aman,
se distancian
sin explicación.
No se entregan
ni se sienten…
palpitando en
igual dimensión.
Un vaporoso
cendal de estrellas
es nuestro lecho
atemporal.
¡Ya no somos realidades
del tiempo!
nuestro nido
nupcial ¡es el infinito!
Nuestros inmortales
testigos son:
la luna llena y el
sol de primavera.
Ellos y Dios,
defienden el milagro.
¡Ya nada ni
nadie nos va a separar!
Te amo idéntico
como tú me amas.
Te cuido igual como
tú me proteges.
Te busco y hallo,
lo que tú me requieres.
Somos nube y
llano
somos cascada y
mar
somos ave y
horizonte
somos siembra
espiritual.
Somos un amor
inseparable
somos… ¡tan
afortunados!
P-Car