Sin Usted… mi memoria. Y en ella, vivir siempre la
mirada de sus ojos. También me queda, el consuelo de fluir poco a poco, en la
retahíla de mis versos, que nunca dejan de pretender la arritmia embobada de su
pecho.
Hoy -confieso- desperté con una melancolía honesta
y frágil. Este será un día de esos… que así termine, nunca pasa.
Necesito decir que Usted es fisura y magnitud,
océano y desierto. Solidez y totalidad de mi deseo. Es Usted, mi desvelo, mi sed,
mi tormenta y también el céfiro calmo y luminoso de cada mañana. Usted es -definitivamente-
el amor de mi vida. Quiero decir: de toda la existencia que hasta hoy conozco y
ha hidratado mis venas.
Y quiero expresar que sin sus labios, mis besos se agrietan,
sin su cuerpo, mis manos -aprisionando vacíos- se quiebran. Sin saber de sus
pasos, no puedo suponer un camino, sin saber de su alma, mi alma nunca ha de comulgar
paz.
Es verdad, hoy lo confieso con una locura transparente:
no puedo seguir y me declaro incompetente ante su ausencia.
Y no me propondré nunca más dejar de quererlo. Su
amor es luna, sol y estrella, mi tesoro y mi ruina, así Usted ya no me quiera o
simplemente haya decretado la distancia de un silencio a la fuerza.
Hoy -no obstante soy poeta- tengo este terco
pensamiento: ¿para qué crear más metáforas o buscar interminables palabras etéreas?
La realidad es complejamente simple. Y esto, para mí, es importante decirlo
antes de cualquier partida, la suya o la mía o la del mismísimo universo: desde
el momento en que mis ojos lo vieron, hasta hoy, más un siempre entre sueños y
realidades develado, yo… simplemente a Usted… lo amo.
P-Car