“Cuando ya nada
exista en este mundo,
mis pensamientos
por ti
volarán al
infinito
para encontrar
un pedazo del
universo
donde
sobrevivir”
Sentada en la berma de la
vida, he querido tantas veces arrullar nuestro amor, contemplando hacia el horizonte
del océano, tus ojos grabados con óleos de mar en mi memoria, para luego
escribir idílicos poemas con finales muy bellos, que podrían sellar una historia
de ensueños.
Pero no sé unir lo que veo
en tu mirada y el fuego que siempre arde en tus entrañas -cuando me amas- con aquello
que se reservan los paréntesis que rigen el tiempo de tus intocables
alejamientos, en el extraño lugar neutral de la nada. Y me desoriento en el
silencio de esta soledad, sentimiento donde sin voluntad, me llevan los enervados
huracanes que forman tus vacíos.
Entonces mi inspiración se
pierde y no sé por dónde comenzar y menos, cómo terminar la prosa sin norte de
esta realidad. Llega la noche y sus descargos, luego la querella de las
estrellas, de donde cuelgan mis penas y la interminable desolación, pero al
mismo tiempo, me ata este náufrago sentimiento que no quiere morir y que ha permanecido
arraigado a mi cuerpo y alma, desde la primera vez que te vi.
No falta la súbita lluvia
que todo lava y en el fervor de su misión, he rezado bajo sus aguas, para que limpie
pulcramente de mi silueta, la impronta de tu pasión. Sí… y es que he intentado
tantas veces como luceros he divisado, distanciarme de tu imprecisa y peligrosa
sima agreste, para alcanzar mi paz en mi sendero de violetas, bajo un cielo
nítido y claro, donde cada alba y cada ocaso escriba mis versos, que son mi alero,
compañía y calma.
Y me he alejado de tu bélica
sombra, sujetando firme el cofre de mis sueños, y tú sabes que sí, que lo hago
así me cueste sufrir, porque soy una digna guerrera, pero al mismo tiempo, ay
amor, pregúntale a la luna lo que me cuesta no tenerte y conformarme con
soñarte para vivir suspirando tu ausencia… y lo que me deprime estar lejos de
tus brazos y pensando si buscarás otra boca… para derramar el sabor a abriles
que emana la locura de tus labios.
No es fácil y no encuentro
salida franca y te pido que por una vez, con tu mano puesta en tu pecho y
mirándome a los ojos, nos unamos para decidir qué bueno haremos tú y yo, con
nuestro especial amor y este designio. Si nos daremos las manos en complicidad
y verdad o cada uno barajará sus signos… liberando raíces con un bisturí. Y me
dejarás libre de ti, de tus caricias, de tus ojos, de tu pecho que adoro, de
tus labios, pero también de tus reiterativas mortalidades… sin detenerte en mi
anegada mirada… y muy seguro que nunca más volverás a rondar la providencia de mi
jardín… pero escúchame bien… nunca más… ¡en
toda tu existencia!
P-Car