Ojalá en tu pantalla pudieses contemplar
algo símil a una resonancia magnética
y me divisaras real, opaca, deprimida:
Mis huesos sin tu esqueleto.
Mi corazón sin tu latido.
Mi deseo sin tu pasión.
Mi alma sin tu luz.
Sinceramente, hace tiempo que no sonrío así,
tal cual como aparezco en mi última selfie
la que tuve que tomar muchas veces
antes de subirla a mi zonzo perfil.
Además de ofertarme alegre...
la sometí, en varios aplicativos,
a retoques: tez, cabello, silueta...
todo por la normalizada tendencia
de que me divisaras sinfín -sin ti-
atractiva, popular, poderosa ¡feliz!
Pero en el fondo, oculto, lo único
que urgentemente necesito, amor,
es decirte que te extraño -a morir-
luego de embriagarme con lluvia
y sola, llorar, cual loca de balcón.
Sería más noble usar una aplicación
que se llamase algo así como “True”
gratuita, con una planificación osada
de alto estándar: ¡estatus... humana!
A alguna bendita hora anhelo
de las cien veces que te he escrito
este delirante mensaje -auténtico-
el WhatsApp detectara mi debilidad
y por acción de un dedo índice -virtual-
se enviara, sin más, sin pensarlo tanto
prácticamente, de forma automática
sin hacer caso de mis cien renuncias.
Y sin tener que pagar una membresía
-super, power, plus, dorada o premiun-
en el instante de irse, sensible y cósmico,
aparecieses tú... en línea, en el acto.
Y que si te gustara recibir algo mío
quede con dos ticket verdes de inmediato,
pero, si te emocionara el contenido,
sonase una inofensiva alarma
además de diez rayitas...
¡notoriamente coloradas!
Bien recuerdo mi juventud y pienso
cómo nos cambiaría la rutina y el impulso
si volviésemos al remoto tiempo
en que las personas, con igual miedo,
se atrevían a coquetear, conocer, hablar,
conquistar, quererse, amarse, perdonar.
Algunas veces a caballo, a pie, en moto,
yendo, visitando, pidiendo, insistiendo,
sin esta adictiva tecnología de por medio
que solo crea, cría, lima y perfecciona,
seres encogidos de empeño
sin grandeza de espíritu...
entre los cuales, a pesar de mi rebeldía, me incluyo,
no porque me agrade, sino... porque todos lo hacen.
Perversa tecnología, vulnerada comunicación,
infernal inercia necia, que inconsecuente uso.
¡No pretendo ser digna
de aplauso ni de perdón!
Tan solo añoro y te propongo, que al menos hoy,
tú y yo nos encontremos en un terreno cierto
sobre el afluente celeste que cruza la ciudad
ese que al anochecer fulgura con la luna
y allí, templados, diestros, valerosos,
reales y tangibles -de hueso y carne-
así estemos un poco nerviosos
nada más, conversemos,
mirándonos a los ojos.
.
.
.
P-Car
🌈🌞🌛✨💖
Paty Carvajal-Chile
N°1480 – 05.02.23
Derechos Reservados
Propiedad Intelectual
Protección: Safe Creative
📷 de Internet
(ante cualquier advertencia
será retirada de inmediato)