En este ocaso,
como tantas veces, en un trance de emociones, tu nombre salió de mi boca,
recorrió el universo y -más intenso que antes- volvió a mis labios, para dejarlos
mojados de infinito.
Sí, en el
momento en que los colores se tornan recuerdos, mi corazón vuela al pasado. Y
allí estás mi querido, puro de alma, con mi mano entre tus manos, mirándome
embelesado, a la vez que manifiestas lo inmenso que crees es el cielo, por
haber unido nuestros caminos.
Ay amor mío…
cuánto extraño tu caricia, tu abrazo, tus besos, tu voz, tu mirada, tu esencia
cercana. Si parece que tu silueta logro alcanzar y contraer hacia mi vientre,
en el instante justo que el sol se hunde en el mar y la luna, con su traslúcida
aura, ilumina la oscuridad.
Pero en lo sagrado
de mi pensamiento, algo me dice que lo que no nos fue permitido continuar en la
tierra, lo viviremos en la eternidad.
Espérame, luz de
mis preludios, que el tiempo no es más que tiempo y si lo decretamos, pasará a
la velocidad de dos almas enamoradas.
Tengo fe, porque
desde la primera vez que nuestras miradas se unieron, supe que el sentimiento,
la magia y el universo, siempre serían nuestros. Entonces, mi bien, te amé y te
sigo amando con toda la integridad que conozco.
Solo te pido que
tomes mi mano cuando mi vida llegue a su fin y sin dudar, me lleves a tu
dimensión, porque donde quiera que estés o quieras volar… ese será mi hogar.
P-Car