Tras
tus bellos ojos la belleza no era una habitante. A duras penas, allí sobrevivía
la carne, la negación, la ira, la ceguera. Por ello, tu amor y el mío, a pesar
de aquel exquisito sabor de dos seres aquietados en una misma dulzura, nunca lograrían
el camino.
Yo no quise
quedarme luego del agonizante alba de tus días, ni tu eras capaz de solventar la
luz que siempre necesita incrementar la aurora de mi alma. Pero nunca he de negar que, a pesar del abismo, te
amé, y que aún toca mi piel, aquel dejo embriagante de sueño perfecto, culpa de
tantos de tus besos, que se inmolaron en el infinito de mi boca.
Sí, tras tus ojos bellos, no obstante el todo y la nada,
sé que seré eterna evocación, porque hay un lugar solo mío en aquel desierto,
donde una noche imborrable, a través de mis ojos de poeta pudiste ver y sentir que,
no obstante los grises acumulados, el cielo siempre resplandece cuando, sin
explicación ni trascendencia, nos brinda un milagro.
P-Car