Niño mío de crespos dorados
te invito a un pequeño bosque
donde armaremos una ruca
jugando a ser indios cazadores.
Y cuando caiga la noche
haremos una gran fogata
para calentar nuestros sueños
entre notas de una guitarra.
Comeremos crocantes delicias
mientras dure el fuego
con frescos frutos rojos
y jugo de melocotones.
En un claro de luna
dibujarás lo que quieras
y yo la sonrisa de tu rostro
cual astro caído del cielo
que de bondades me llena
la vida entera.
Bajo centenares de estrellas
te protegeré del viento
para que duermas tranquilo
junto a tus pensamientos.
Estando ya dormido
a Dios daré mil gracias
ya que a ti… mi Ángel
te siento arrullado al alma.
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