Cuánta arena
usó el reloj
para que llegase
a corroborar
que el tiempo
no es quien avanza.
Somos nosotros
los que envejecemos.
Cuánto azul,
rosa y oro pintó el cielo
para que yo lograse
vislumbrar
que los
ocasos son parecidos
pero jamás
los mismos.
Cuánto insomnio
me tuvo que debilitar
para conseguir
experimentar y sostener
que la
respuesta está en la pregunta,
que la
sanación está en la herida,
que la fe
está en la duda…
y que el amor
es el factor común
de todos los entendimientos.
Y aquí
estamos, viéndonos en silencio
sin más ruido
que el de los nervios.
Déjame darte
un abrazo
que no será
lo que parece:
algo así como
que es mi forma
de decir “qué
tal, hasta pronto”
y desearte la
mejor de las suertes.
¡Ofensiva contra
el temor!
¡Triunfo a
favor del amor!
La verdad es
que me quedaría
reina eterna en
tus brazos
y te diría: ¿qué
tal cielo?…
¿te parece si
cambiamos
los errores
por aciertos?
Oh, no
imaginas cuántos versos mojé
hasta que mi
alma pudo aceptar
que siendo
tus mismos ojos
tu mirada de
entonces
nunca sería idéntica.
Pero como
poco es afán de la dejadez
y los
milagros de amor suceden
en este increíble
momento
tus ojos están
brillando.
.
.
.
P-Car
N°1281 - 10.08.2021
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