Hombre que me
engalanaste
que con
paciencia eclesiástica,
más que las
curvas de mi cuerpo
admiraste las de
mi aura,
que en mis
alrededores aguardaste
y cuidándome de
acechos
te enamoraste de
mi alma
la cual con cariño
conquistaste…
cruza hoy el
portón de mi casa
con todo tu equipaje
y no olvides el
repleto de risas
que sé no
olvidarás el de tus ansias.
Come platillos
de mi mano
y bebe este especial
vino
guardado para ti
por años,
el cual abriremos
hoy
y terminaremos
al alba,
junto al fuego
de troncos secos
que abrigará
nuestra cama…
sobre la que
nuestras pieles acopladas
erizadas por
inmensa pasión
al suave ritmo
de nuestro deseo
se fundirán en
una sola.
Porque tú y solo
tú
en esta sagrada
unión
que ambos
queremos perpetuar
haz de
permanecer
y donde se
imprimirá
la verdad y la
lealtad
que serán los
pilares del templo
que eterno
vivirá
entre los sencillos
muros
de este ahora y
por siempre
nuestro hogar.
P-Car
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