Un día
dejé de buscar
porque su
amor me encontró a mí
lo supe
en el oro de sus ojos
me amó…
lo amé
todo era
feliz…
En alas
glorificadas
el subió
muy alto
se llevó
todo mi bien
en una
mañana de verano
hacia el
azul lejano del edén.
Escucho
el hipar de un ruego…
cual
sollozo mortecino
en el
nido de mi musa mensajera
que ya
dejó de ser la misma
solitaria
y enferma.
Porque
para el mundo
mi
nacarada sisella
no
entregó más un poema
se quedó
atrapada en mi alma
llorando
esta pena.
¡Ay avecilla
blanca!
dejaré de
existir
sin tener
el zafiro de su mar
en cada
madrugada
atados a
mi piel malva.
Ayúdame
paloma mía
vuela a
ese jardín celestial
llévale
mi oración
tráeme un
nimbo de su aura
que ya no
puedo respirar.
P-Car
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