Iracunda es mi mente
que ha pensado
demasiadas veces
sentada frente a un
papel
escribirte por última
vez.
Infaltable es la
tarde de domingo
en que a sorbos muy
lentos
me bebo entero tu
recuerdo
en el carmesí de un vino
tinto.
Adoro los instantes
de locura
en que brinca mi
pecho
por aquellas milésimas
de segundos
que volviendo a ser una chiquilla
te sueño con una flor
cultivada con dicha hecha
sonrisa.
Desquiciadas son las
madrugadas
en que encuentro solo
migajas
y no detengo mi
llanto
hasta que vuelvo a
dormir
en la aridez de mis
entrañas.
Se nivelan mi pena y
mi ira
cuando el mundo me devuelve
el pulso
y respirando con fe en
lo profundo
de la siempre libertad
de mi vida.
Pero sucumbo
solitaria
en los atardeceres de
playa dorada
cuando absorta en el
horizonte
la ilusión hecha rocío
moja mi cara
y sentada en promesas
de arena
creo escuchar desde lo
azul
tu voz repitiendo al
crepúsculo de mi alma
lo mucho que aún me
amas.
P-Car
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