Reventó una vena de la luna
en el cántaro de un poeta
al aparecer aquella sombra en
el huerto
olfateando una violeta.
Al unísono que un lobo en la
meseta
corrupto aullaba la condena perpetua
de su delirio
bajo el torcido árbol de la
vida:
el de su descendencia.
Calabozos montañosos llenos
de huellas
infinitas cicatrices de un ser
hecho de tormentas
que cada eclipse invoca a
los vampiros
el envilecimiento de su perdida
hembra bella
que con única magia lo amó
en cálida noche bajo las estrellas
hasta que el huracán ensució
la tibia brisa
con su brevaje de ira.
Ella amaneció exhalando suspiros
y cuando el alma se le
escapaba del pecho
un vértigo divino la elevó veloz
al albor
sobre las espantadas patas
de su yegua blanca
donde la aguardaba un ángel
con un verso
escrito con sangre magenta
que en cien novilunios declamó
al firmamento
para el perdón de la cenicienta.
P-Car
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