Bajo mi silueta de simulada libélula, cansada de intentar volar, siento un camino de ortigas, agreste, extraño, sin señas…
Temerosa… por mi cáscara
rota se infiltra el miedo… y cae el agua de mis entrañas que escapa tránsfuga entre
las sombras… evaporándose sórdida al final del sendero, comienzo ineludible de un
interminable abismo donde flota airosa, la soledad del vacío, que socava con remolinos
agresivos… tierras fértiles plagadas de flores de infinitos colores… tan irremediablemente
míos.
Soy mujer de mis poemas, baladas
de añoranzas, esperanzas íntegras y huérfanas, que insistentemente vuelven ocultas,
auspiciadas por el misterio, desde la nada al centro del todo, justo donde sobrevive
mi luz… mi inspiración, mi esencia, mi creencia… mi altar.
El silencio… es bello solamente
en tus ojos. Mi verdad… vive en tu amor, porque nuestro hado… escribe prosas en
aquel espacio que une la noche con el alba… igual al color de la búsqueda de tu
alma por mi alma… porque eres mi sueño y mi cielo… ay… sí… el cielo… ese lugar
de la eternidad que descansan mis ruegos y donde pronto seré tuya sin
detrimentos.
P-Car