Te nombraré
el celador muerto de mis
sueños
hombre de vena oscura
que me enamoró por descuido
en una noche ingenua.
Sacaré olas del océano
para hacerme alas nuevas
y emergeré -te juro que sí-
volando con mucha tristeza
con destino al “demasiado lejos”.
Créeme… debo olvidar
el adorable azul de tu
mirada
donde en vez de flotar
me he hundido cada vez más
en la ironía de tu mar.
Por tanto deseo sin entregar
mi luna quiso estar ciega
pero hoy, a fuerza de penas,
he comprendido y quiero
-con un tiempo ganado de quimeras-
volver a distinguir y vivir
sin el auspicio de tu sombra.
Suerte, hombre de mi alma
y… ¡adiós!...
Que Dios perdone tus faltas…
te iluminen los Santos…
y te cuide el Ángel de la
guarda
¡siempre!
tanto en el aquí sin mí
como en el más allá.
Me voy y en mi pecho
llevo al infinito llorando
por este absurdo miedo al
olvido…
porque, sin versos, confieso
a tu silencio
-antes que se estríe la
tierra
y sane mi luna ciega-
que…
aún te amo.
P-Car
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