Adicción sin cura

En su procesión hacia al ocaso, al viento solté entera… mi tristeza. Las gaviotas se dispersaron, sobre un facundo océano que convaleciente… mecía silencios de asfalto.

De pronto, desde mi revés, un frío súbito secuestró mis suspiros y entonces supe que, adherida a tu ausencia había partido, en alas de sueños sepia… mi alma. Sucumbí a la fuerza de mi espíritu.

Con fúnebres sedas, en la misma arena que hicimos el amor… la noche cubrió mi cuerpo empalidecido, mientras se escuchaban las cítaras de las estrellas… de todas las estrellas de aquel firmamento tan nuestro.

Entonces… tu aún tibio recuerdo, como nunca antes, me abrazó estremecido. Porque el, en su adicción sin cura,  ceñido a mi piel, se fue al más allá… conmigo.

P-Car