Cuando
te vi, supe que algo brillaba en ti, solo para mí. Ese algo se pendió cual
estrella, en el cielo de mi mente, donde existen los pensamientos más secretos
y sublimes.
Solo
te pensaba, te pensaba, te pensaba. Y, sin pensar en que en nada más pensaba,
te seguía pensando, total y plenamente enamorada.
Pasaron
los años, cambiaron muchas cosas. Hoy, nuestros cabellos están blancos,
nuestros cuerpos curvados y disminuidos. El entorno no es como antaño, la
velocidad del tiempo es más rápida y hay tantos afectos que se han ido. Pero algo
no cambia ni cambiará y es que yo, como el primer encuentro, te sigo contemplando.
Te
agradezco por ser y existir, por dormir abrazado a mí y que nunca hayas dejado
de sonreír al ver mi rostro cada mañana. Por juntos haber recorrido un largo
camino y por ser la luminosidad que me guía.
Hace
medio siglo, en aquella tarde hermosa, supe que tenías guardado un brillo que
nació para extasiar mi alma. Cuando hoy te observo, así mis ojos estén ya
cansados, aún veo esa luz y aún, la siento solo mía.
Ambos
fuimos bendecidos por estar unidos y por saber que moriremos al
mismo tiempo. Porque si tú mueres primero, yo moriré en vida. Y si yo muero
antes, haré un acuerdo con el cielo, para llevarte conmigo. Y si aún tengo
visión después de la muerte, seguiré siguiendo tu luz y seguiré enamorada
infinitamente.
Amor,
gracias por todo, gracias por tanto. Te amo, ya sabes cuánto.
P-Car
Hay luces que nunca se olvidan...
ResponderBorrarUn abrazo.
Es cierto amigo, existen, besos para ti.
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