Imploro cerrar
mis mojados luceros
para no seguir
pegada a este duelo,
cegada por
extraño y áspero eclipse
entre este
aullado amor y tu muerte.
Acostada entre
hiedras que sustentan
cual tejido de
frágil fortaleza y lamento,
como mis ahora
pensamientos y delirios,
me hundo en la
espesura de este bosque
preguntando a
nadie por huellas de nieve
que parecen señalar
tu último camino.
Y es que en una helada
noche
de quieto
invierno
cuando nada
hacía presagiar tragedia,
-las mismas en
que prendíamos fogatas
para abrazados
calentar nuestras almas-
vino la muerte
que no perdona nada
teatralmente
cínica en traje de inocencia.
Y sin pronunciar
palabra, te llevó amado mío
sin más misión
que solo mi existencia arrasar
a esta
desoladora agonía sin pulso ni rumbo
tristeza que
solo ha de silenciosa caminar
por tus mismas
huellas hasta dejar de respirar.
P-Car
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