Querida mía... (dice mi alma) no llores desconsolada,
solo escucha como seca tu rostro húmedo el viento de la esperanza. No todo
lo sufrido es malo, es solo un fino tallado, que te hace crecer, te hace más
mujer, cual rosa turgente de tallo largo en el jardín de la vida,
vigilado desde y hasta los confines por Dios, que te creó y jamás te
abandona.
Cada mañana al mirar por tu ventana, siente que en tus
venas ya se han emulsionado tus nocturnas lágrimas, para hacerte más
hermosa, más poderosa, más noble y más sabia, y sigue adelante en tu senda,
despacio sin prisa, que la ansiedad es el síntoma de un reloj terrenal,
pisoteado por almas pequeñas. Solo guíate por el pulso del tiempo mío, del
que yo con todo el amor divino de mi esencia, te brindo en cada alba, y sigue
de frente, cuidando de tu invernadero y de tus propias flores,
conmigo incluida, que con tanto ahínco has protegido, regado y
cuidado. Camina en puntas, como quien danza, al ritmo de la música
de aquellas enseñanzas.
Levántate cada día, como ese sol que aparece
sagradamente tras esa gran montaña y que ese nuevo amanecer sea siempre el primero del
resto de tus madrugadas y siente en mí, el plan que deseas dibujar
con pluma llena de esa sangre purificada.
¡Piensa bien!... qué añoras para ese día y para el
resto de tu vida, para que con la fuerza de una arquera, tires tu flecha con
determinación y precisión. Convéncete mujer, desde mí y desde todo lo
maravilloso que irradias, que eres una luchadora y aunque te pareciera
haber perdido batallas, en tu horizonte ya se escuchan cantos de triunfo y
un suspirar intenso de un pecho donde nacen unos fuertes brazos abiertos del
hombre de tus sueños, tu gran compañero… porque ganarás la guerra, ya que eres
una ¡grandiosa guerrera!
P-Car
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Mi cofre de tesoros!