Te tengo en mí, como el prístino pétalo de una flor traslúcida, crecida
en la cima de mi montaña de espuma, que forma la única ola alborotada de mis lagos
en calma, aguas suspendidas entre valles de luciérnagas cobrizas, que aletean
en mis campos de hiedras silvestres, crecidas en las fiestas de mis noches de
esperanzas.
Te tengo conmigo, desde el alba al crepúsculo, desde el ámbar al anaranjado,
desde el celeste al azulado, donde el cristal se hace mañana y el azabache se
funde con el infinito de la noche.
Te mantengo abrigado en mi regazo, durante toda la espera que lo oscuro dibuje
lo claro, recostados en los pastizales, junto a mi unicornio dorado.
Te tengo a mi lado, como centinela de mis debilidades y respiro solo para
compartir los remolinos de aire, que mi ser inhala intenso, para poder seguir
pensándote.
Te traigo a mis sueños, montada sobre tus enormes alas de ángel, que me
rescatan de mis palmeras clandestinas, cuando me elevo a los altares de tus
castillos, solo para buscar tus ojos color mar y embriagar la ciudad de mis
intimidades.
Te tengo siempre y te tengo profundo, cual coral platinado, cuidado por
mil duendes de ojos de diamantes, venidos de la noche embrujada, donde todo es
realidad, desde tus besos hasta que me ames con el alma.
P-Car
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