Luces destellantes de un nuevo año, bengalas que claman auxilio o aquellas lejanas antorchas que acompañan al rey muerto, somos siempre luz, bienvenida, refugio, aventura, augurio, ilusión y despedida.
Escritores y poetas, un poco locos pero más cuerdos que aquellos que jamás nos leen y que viven solo en los trazos de marcas, códigos, cifras y cheques. Estrellas o duendes, buenos oyentes, solitarios a veces, albaceas del karma, que transitamos sin tregua hacia la paz del alma.
Protagonistas y testigos, embellecemos, jugamos, regalamos, delatamos, reímos, amamos, sollozamos, suspiramos... pero siempre estampamos con cariño, los deslices de nuestros recuerdos, sentires, visiones y emociones.
Fantasías gratuitas y alegrías a borbotones, enjugamos lo difícil, con pañuelos de papiros amarillos y plumas sacadas de las alas blancas de un corcel vestido de gala. A la luz de velas carmesí, hacemos tributos a los amores idos y con mayor optimismo, a los por llegar a nuestra felicidad, a veces tan graciosa y generosa pero también poseedora de una cara triste y mezquina que consolamos, pero siempre deseamos dejar atrás.
Estamos ahí, colgando para rendirnos frente a una lágrima o aferrados con ahínco al borde de una sonrisa, sentados en una querida silla, expresando en palabras escogidas una a una, que dibujan con manos ajadas bajo pestañas cansadas, cada obra, pintada con el alma.
Hablamos del uno y del conjunto, del amor y la desdicha, caminando por campos verdes, oscuros por cierto en la noche silente, de cada una de sus flores y de las espinas que acechan en sus alrededores, del crepúsculo y el amanecer, de la cruz de Cristo y de todas las cruces que cargaremos hasta el fin de los tiempos y de nuestra existencia.
Relatamos el momento real y también presumimos con el gran futuro, hecho de interminables siglos que dan vuelta una y otra vez, los gigantes relojes de cristal construidos por la divinidad, que en sus arenas guardan los misterios del universo.
Tapizamos con fe el creer en lo eterno y la plenitud del alma, cosa maravillosa que solo viene de pasada a esta bella parada.
Navegamos sin mapa, en mares de esperanzas, que añoran escuchar un gran concierto de gloria, cantado por un coro de ángeles guardianes, custodiando con la fuerza de sus cantares, un nuevo continente sin mentiras, para llegar a su puerto y vivir por siempre en el, permitiéndonos solo ser y que las noticias del día a día, no sean más que poesía.
Amo la poesía y adoro ser poeta!!!
Con cariño.... Paty Carvajal
P-Car
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