Anoche
te vi de lejos
y quise poder alcanzarte
para robarte el último beso
que
jamás me brindaste.
Defendía nuestro amor
con corazón guerrero
pero sin batalla que luchar
inválida
me quedo.
El terror de un prisionero
me recorre visceral
estrujando mi corazón
cuando entro en el calabozo
de tu terminante adiós.
Cautiva sobrevivo
sin
una gota de tu savia
solo lamiendo mi memoria
que
inclemente no da tregua
cuando
malherida y seca
me adhiero a la letanía
de
lo único que me queda:
rezar a Dios que vuelvas.
Enmudecen mis gritos de auxilio
que ingenuos escapan
esperanzados
de abrazar tus ecos
pero retroceden retorcidos
derrotados por el olvido.
Claudico ante el suplicio
de renunciar mis entrañas
cuando destrozada imagino
la especial belleza del rostro
y cuerpo que hoy te ama.
Vestirán mi esclavitud
harapos de bandera blanca
porque jamás te olvidaré
y
es que no dejaré de amarte
aunque me despojaste de vida
al asesinarme el alma.
P-Car
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