Agua para mi sed

En la ciudad de los sueños, los minutos detuvieron las horas, para observar mi tristeza, impregnada aún de la mirada con que tu alma amó mi alma… como si yo significara la vida y todo el universo. Por ello y así, en un momento me enamoré de ti y te amé más de lo que amo la luz del alba o un cielo lleno de estrellas.

Pero el tiempo me rescató de mi pena, exclamando sin titubear, que por obra del buen destino, todo a mi alrededor se enmudecería -así como tus labios impíos- durante lo que dura una noche de atrevida tormenta… esfumándose con el viento más frío… hasta el último suspiro que merezca tu recuerdo.

Y, en pulcro silencio, me dejó en un rincón de mis pensamientos, sentada con mis pies colgando al vacío, bajo una cercana luna llena que me iluminaba perpleja, viendo como desintegré todo lo tuyo, incluido el reflejo ya pálido de tus ojos, que pidieron ser indultados antes de irse sin vuelta, al rincón más negro del olvido.

Entonces, con la fuerza de un deseo hecho decreto, y el hastío de mi paz…, logré borrar de mi corazón, los anhelos sin asidero y todo sentimiento estéril… para luego, desnuda de lutos sin sentido, entrar por un soleado camino de equidad y esperanzas válidas, donde sé existe agua para mi sed… y un corazón digno de amar y ser amado por mi esencia de poeta y mujer.

P-Car