Este poema de mi autoría, dibuja un escenario
imaginado,
en que un hombre dice la verdad de su corazón a su
amada.
Eran sus ojos
plenos de una última mirada
cuando creí que un
sable cruzaba mi pecho.
Mis lágrimas mojaron
desde su mano fría
hasta el último
vestigio de aquel ocaso.
Aprendí, que el
sentido de toda una vida
puede acotarse a
tan solo un momento:
justo, en ese
lugar y en ese instante,
como un pájaro que
olvida su canto,
por caer su nido
y desteñir su cielo,
la amé, con un
amor ignoto e insoportable.
Era especial y única:
maravillosa.
Siempre fue y será
mi lucero,
mi paz, mi
cumbre y mi mar.
Ella, desde que
me vio, me amó.
Yo, en su
partida, supe que,
con locura y
envergadura,
como nunca a
nadie, la amaba.
Luego de tantos
silencios necios
ahora, mil veces,
con mil besos,
en mil noches,
en mil amaneceres…
quisiera decírselo:
decírselo tanto.
Ella adoraría se
lo susurrara al oído.
Tanta impotencia,
reseca mis labios.
Amaina la culpa,
en el consuelo que,
con su esencia en
mí, he de morir.
Moriré feliz,
con ella en mi alma.
Iré a su
encuentro, pensándola:
quiero hallarla,
debo decírselo.
P-Car
No dejes esos sentimientos en el silencio...
ResponderBorrarUn abrazo.
Hola Rafael, qué gusto que estés aquí. En relación a mi poema, me imagino que tu mensaje es para el protagonista, que en este caso es un hombre, el cual, claro está, representa a muchos hombres silenciosos, especialmente cuando se trata de sentimientos. Por ello, ampliaré el efecto de tus palabras a todos aquellos hombres que creen que decir lo que sienten los hace débiles, tontos o vulnerables, lo cual no es así. Para mí, los hace grandes y nobles, fuertes e inolvidables.
BorrarReitero mi alegría que estés aquí y que vuelvas a leer mis actuales creaciones.
Un gran abrazo amigo.
eres muy creativa, talentosa y profesional . un gran abrazo amiga
ResponderBorrarfernando
Muchas gracias Fernando, tus palabras siempre me renuevan con energía positiva. Un gran abrazo y buen fin de semana.
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