Amigas y amigos: hoy les quiero compartir la poesía que presenté al concurso "Juegos poéticos y florales 2017". Es mi poesía 969, y contiene 13 capítulos y 375 versos, que desde mi parecer, vale la pena dedicarle un espacio de paz y meditación. Desde ya, gracias por ese valioso tiempo de sus vidas, dedicado a leer ésta y todas mis poesías. Bendiciones en este lindo día domingo, abrazos a todos y cada uno, los tengo siempre en mi corazón.
El 969 le he bautizado.
El 969 le he bautizado.
Mi cifra no pende
de punteros.
Mi devenir, entre
trovas apaño.
Pacífica
mediadora
va y viene la
luna calma
y el viento
busca puerto
en el ramal de
mi pensamiento.
Oh, luna y viento
¡cuánto los amo!
El escrito se hace
emblema
la noche estremece
al mármol
una mariposa, en
mí, se desenrosca.
La verdad, de
gala,
aguarda su
carroza de plata.
Dispersas en el largo
camino
flores silvestres,
nacidas al alba.
Oigo el lamento
de un piano
desde el rellano
de una estrella.
La sonatina hipnotiza
mi espíritu.
Subversiva me incita
a la virtopsia
de tu mirada:
de desvaríos
drogados
de imágenes empolvadas
de vacíos,
llenos de imposibles.
Oh ¡cómo amé tus
ojos!
presentes,
ausentes, dormidos.
Cuántos goterones
copiosos
resbalaron por
tus laderas
que bebí a labios
lentos.
Los amé -te amé-
como se ama el
cielo.
Los amé
incluso con ira.
Nunca vi que
tanta belleza
fuese forjada de
pura indolencia.
Celo de cigüeña,
sin descendencia.
Al caer al barranco
de rocas violetas
mis yemas
dejaron de contar horas.
Bucólica e inerme,
continúo.
-Solo prosigo-
Calaveras con velos
siguen cada uno
de mis pasos.
¡Aún no sé qué
quieren!
¡Van tan
siniestras y calladas!
¡Son tan
parecidas al silencio!
Y al ángel lúgubre
que dejan tus fugas
por doquier que
marque mis huellas.
Bajo hilachas
cristalinas
sin una clara explicación
mi moción,
híbrida se encripta.
-Acaece la
lluvia-
Ve poesía mía -le
susurro-
duerme la
bonanza que drenas
bajo el gran árbol
de la existencia.
Cuando ella se
aleja
el color del aire
es idéntico
al atardecer en
que te fuiste.
¡Y entonces
sólida llega!
¡Soledad! tácita,
anémica,
en estado ensimismada.
Adjunto tú -astro
vedado-
con atuendo de príncipe.
Y te pienso en
lo más inmenso que hallé:
la frágil
solidez de mi sentimiento.
Inauditas se
presentan mis cavilaciones:
¡evoco todo aquello
que no logramos!
A fragmentos del
juego, somos ases,
dos gotas de la
misma copa:
Si tú eres
memoria, yo soy recuerdo.
Si te veo pulcro,
yo me veo inmaculada.
Si hueles a un
bosque de nostalgias
yo huelo a un
jardín de melancolías.
La pasión nos
hizo cómplices
la supresión,
imanes divisos
lo forzoso, mitades
individuales
y al lacrarse 969
líricas,
sobrevivientes
sin armas.
Siguen resbalando
notas
que verifican los
sentidos
y mi boca -árida
de besos-
y mis manos -secas
de piel-
en este aparente
y auspicioso
hondo aprendizaje
de lo furtivo.
Ah, la música,
que no se detenga.
Ella es el
origen diáfano
de todas las inexactas
exactitudes.
¿Y qué es el
amor?
Sé que me
encontró
sé que lo miré a
los iris
sé que, a ratos,
me perturba
sé que en mí, urdió
un nido
sé que me
llevará alto y lejos.
Pero, a pesar de
tanto,
aún me lo
pregunto.
Teatral apremiante
es
esto que me da
vueltas,
me carcome, me irrita,
me atrae, me cautiva,
me eleva, me
desvela.
¡y nunca da
tregua!
Para mí, hoy…
-secretamente-
el amor eres tú.
Eres lo fronterizo
de lo conocido.
Nada veo, después
de tus límites.
Más allá, mi
alma no ha querido.
Dudo exista sentir
más grande.
Dudo logre mayor
alcance.
Lo imposible es
lo indeseable.
Todo lo posible es
equipaje.
Se lleva donde quiera
que vayas.
Y si inmóvil te quedas,
inmóvil queda.
Frente a la silueta
roída,
de un casi
molido retrato.
Frente al óleo
gris
de una gran
ciudad gris
despertada de
una noche negra.
El amor corre en
las venas,
en la piel, en el
corazón
y delibera -reza
milagros-
en la gruta del
alma.
Del alma que solitaria
enferma,
del alma que en
soledad es nada.
Dos lágrimas
nonatas
han resbalado al
969.
Acontece la rima
y el rito
asoma el mito sánscrito
mientras la
tiniebla
tiembla bajo mi
manta
erizando espigas
fecundas.
Las calaveras
danzan baladas y…
¡sorpresa! el
tiempo da un gong.
De pronto, se tupen
mis latidos.
Se escuchan
pasos tras la puerta.
La muerte
circunda, mordiendo el aire.
La
desidia no cede con el miedo,
los huesos se han
de cristalizar:
estatuas de nieve
seremos
en el parque de los
olvidos.
En ésta, la
estoica espera
parda hiedra, de
tecnicismos nativos,
me he ido ensamblando
a tu aireada gran
ausencia
como antes, a tus
concretas caricias.
No es lo que
soñaron las cenicientas
pero la abulia resquebrajó
la licencia.
Después de tantos
inviernos trabados
la sazón deshizo
el frígido conjuro.
De mi piel afloraron
puntas de hielo
que fueron devueltas
al quicio
sollozando elegías
por el río.
Lloré, lloré, lloré
llena de heridas
punzantes
en el organismo
y en el orgullo.
Lloré, hasta
agotar mi fuente
con demasía de dolor
y de pena
como a cántaros la
lluvia añil
si la vendimia no
la desea.
Al no saber más
de ti
supe el significado
sibilino
de lo que es un trágico
desierto.
No obstante
sequedad y destierro
en mí, el amor
basta.
Lo demás, es solo
el resto.
No soy registro,
no soy deidad.
Del mundo y
alrededores
simplemente soy...
la que te ama.
La incomprensión
se embelesa,
sin entender
nada de nada.
Carreta de
incomprensiones carga.
Así como yo, no te
he entendido
y he cargado
montañas.
Mi macilenta autenticidad
escapa de tus bruñidos
enjambres.
Inconsistencia perseverante
me seducen y me aterran.
Al huir, la miel
resbaladiza
cae y cae, a lo
largo del piélago.
Sirenas purpúreas
corean el rocío.
¿Con cuántas
olas dulces me he de bañar
antes de abdicar
con tu misma severidad?
Tal vez, el
misticismo de mi dermis añora
que aquel
néctar, me encinte por los poros.
Sensorial y desnudo
de precinto,
en el reflujo de
tu sangre rubí
quizás también lo
deseas.
A veces el sueño
insistente intermitente
es que al crepúsculo
ámbar
de un día de
aire muy luminoso
tus ojos
ladinos, me bajen el piano…
y solo para mí toques
con quid en tus
dedos
una metáfora
nupcial
bajo un noble macizo
albino
saturado de
libélulas novias.
Mi azucarada hechicera
ungida de luz somnífera
madrina madrigal,
colapsaría.
Oh, soy pura entelequia.
Toco mi hombro sorprendida
en los espejos
de la coexistencia.
Visiones perennes
giran
cuales remolinos
de colores
levantando artesanías
de antaño.
Mareada de
vaivenes y roces celulares
de ungüentos y
rocíos centelleantes
mi planicie
balsámica se abre
despacio, languidece
y te llama.
Apenas rozando
por mis labios
pasan, en suave peregrinación,
las connotaciones
de tu nombre.
Mis dedos termales
te sumergen al
refugio.
Te balanceo en
mí
cada vez más
fuerte.
Grito un quejido
frugal.
¿Cómo olvidar
-dime cómo-
cuando el sol rozaba
a la luna
desde su primer umbral
hasta su último infinito?
La eternidad no era
el final.
Confieso que hace
cien sonetos
pedí al mentor de
mis pecados
que mis sublimes
fantasías contigo
licuase a mi sangre
en verbena.
¡No! no intentes
nada inusual.
La excitación te
hizo mío, benigno,
pero la
exaltación, inicuo, distante,
y la complejidad
de extrañarte
es menos difícil
que imaginar poseernos
otra vez
y sobrevivir a perderte
de nuevo.
¡No! no merezco
el contacto
con el
desenfreno y los desechos
que ha acumulado
tu libido.
Mi opción es recordarte
propio
guardar gemas en
mi núcleo.
Protegerlas de
lo ordinario.
Memorízame con
sonrisa
¡escultural,
dría e inagotable!
Como en los primeros
avistamientos
cuando querernos
era exponencial:
¡urgente y
turgente, lucido y lúcido!
El firmamento se
niega a excluirnos
y los astros, aún
declaman el idilio.
La resonancia
persiste y magulla el pecho.
Los meses del año
no son más que gaviotas
que vuelan
perdidas, en narraciones ajenas.
Y es que el
rústico tiempo, nada más sirve
para no
recuperarlo.
¿Y nuestro
tiempo?
ay, nuestro
precioso tiempo
eso es distinto,
eso ¡es otra cosa!
¿Qué importa si
fue tifón o garúa?
Nuestro tiempo
fue excepcional:
mitad éxtasis,
mitad ensueño.
Nunca más seremos
aquellos.
Lo aventaron los
esqueletos.
¿Y tú?
Sí, claro, tú…
Indefectiblemente
acompañado
sobrevivirás
recordándome.
Íntimamente endeble
seguirás mis trazos.
Secretamente
viudo
partirás amándome.
No des vueltas
sin fin
en tu kilómetro grana.
No te alteres,
no me detestes,
no te corrompas,
no te limpies,
no me desees.
Mi capacidad
será fonema
el recuerdo, un débil
credo
mi fotografía, una
marquesina
y éste, el 969,
tu mantra.
¿Y yo?
Sí, claro, yo.
Atemporalmente
poética
seguiré
enamorada de la galaxia
que espigué en
tu mirada
y acrecentaré la
abundancia
de lo que nunca tuvimos.
Ten fe en tus velas
y petitorias
y te pido, adiciona
mi tinta palabra
si ahora y nunca
más te digo
que al caer el pesado
telón negro
resplandecerán todos
los blancos…
y nada
nada habrá de suceder
en un sacro relieve
sideral
que ambos no
hayamos antes
diseñado y procreado
en el alma.
Por un momento
sísmico
se aúnan los
precipicios
y sucede tu
abrazo sideral.
Generoso,
intenso, honesto.
Yo, entre líneas mudas, beso
tu odisea, tu yerro,
tu pensar.
En el quizás del
tal vez
el texto que
sigue, sea ciego.
O no y lleve tu clave
secreta
e implique el
pasaporte del viaje
si me buscas
para un todo grandioso.
Para acunarme,
alzarme el cabello,
engarzar mi
cintura a tus manos
regalarme un
perdón y una flor
con el aroma a vida
de vuelta.
Pero, porque los
imposibles dominan
y la muerte
ganadora se adelantó
mi rostro esté
bajo una vil lápida.
Creo que, a
pesar de la aspereza,
igual me besarás. Y yo…
igual te sentiré.
Llora si quieres
solo yo te veré.
Si crees que
estoy mística,
no lo reniego. Lo
revalido.
Si tanto
misterio te espanta
perita manía, da
la espalda.
Si crees que nada
de ti sé
patrocina la
veracidad de tu prosapia.
Si vacilas que existe
un desquite
¡para!… y déjalo
hasta aquí.
Serías tú el tieso
ignorante.
Pero…
si marqué un
hito en tu senda
porque durante un
solo instante
-de los interminables
que nos quisimos-
me amaste como
yo a ti
con templanza,
sostente hasta el fin.
Bendeciría lo
irreverente
si mi último
nelumbo
lograse libremente
flotar
hasta gestar
islas castas
en el océano de
tu alma.
Lo que sigue, sé
te parecerá interesante:
te propongo el
mejor negocio de tu vida
con la mejor
ganancia que hayas tenido.
Por la llaneza y
rapidez, vale la pena.
La luna y el
viento, inmóviles están.
El piano y las
sirenas, en mutis total.
Pon una mano en tu
centro
y siéntele el
pulso a tu pecho.
Haz a un lado
las similitudes,
las demencias,
los delirios,
las sincronías,
la sintonía,
la gracia y la
desgracia,
las figuras y el
esmero,
la eufonía y la
oda.
Aparta mis pausas
y
tus hondos respiros.
Quita entresijos
y disipa silencios.
Todo lo que queda
y
a tu alma se
prenda
¡es lo que deseo!
Tan imposible
como lo nuestro
imposible es explicar
esto.
Ya nada más te debo
escribir.
Y ya nada más
sabrás de mí.
Algún suspiro
debía traer el fin
con su
acongojado punto final.
El lucro
cuántico
es, de mí para
ti,
la ulterior
ofrenda.
Luego de este
verso, eso…
¡ya nunca más
será mío!
Eso… es el 970.
Viene del futuro
¡y ahora es tuyo!
No cuesta
números con ceros
¡vale lo que
vale la existencia!
P-Car
Derechos
Reservados.
Propiedad
Intelectual.
Imagen: de
Internet.
Vale la pena,si,leerte y disfrutar todo lo que tu músculo encierra,ese sentir las cosas.
ResponderBorrarSaludos.
Qué bueno y bonito que pienses así Pascual. Gracias por la paciencia y tu valoración de mis letras. Un abrazo, feliz semana!!!
Borrar