Vuelvo a mí, huérfana,
opaca, entumecida.
Frágil ¡vencida!
Al faltarme tanto su caricia
con el filo de su indiferencia
calo hondo la vieja herida.
Con mi pena atada a mi ira, la penetro,
usando a mi favor el poder y la fuerza
de esta última derrota... ¡ilícita!
Consciente e inconsciente...
de a poco, muy lentamente
la desgarro aun más...
¡con orgánica alevosía!
Y desangrándome cual afluente
-como si se me vaciara el alma-
atemporal, le pienso sin pausa,
más que nunca jamás antes...
Así, sometida a tal intensidad:
me duele la razón y el reloj
la voluntad y el honor...
En demasía, duele...
el sentido y la ilusión
el infinito y el corazón.
Y es que... sin su amor...
sin su aliento en mi vientre
sin su oído en mi palabra
sin su mano en mi mano
sin su azul en mi espíritu
...ya no consigo
¡y tampoco quiero!
liquidar mis miedos
clarear mi sombra
estimular mi piel
o un verso verter.
Sin su amor legítimo
si un presente juntos
ha desaparecido en mí
el oriundo reflejo
de respirar la vida.
Así es. Sin él, vuelvo a mí
no para entender y crecer
no para perdonar y seguir
sino para, llanamente,
¡desaparecer!
.
.
.
P-Car
N°1709 – 23.11.2025
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