Sucedía, una espesa tarde de domingo:
las calles, se transitaban a sí mismas
el aire, emanaba lloros fantasmales
y los árboles, abortaban sus crías.
Mi reloj avanzaba a tropiezos
con avances, irritantes de lerdos,
reventado de tanta ansia con prisa
y reencuentros, que nunca fueron.
Caminé porque sí, sin anuencia,
abriéndole heridas a la brisa
sin un infeliz propósito
sobre veredas mugrientas.
Vi, un perro cadavérico, suplicando
comida,
un huérfano pidiendo monedas -y caricias-
desechos, esparcidos en prados ocres
y un anciano sin cobijo
con sus ojos muertos.
La gente hablando demás de otras vidas,
por los balcones se suicidaban sus risas,
comían y bebían en demasía
y para colmo de males...
roncaban siestas, lascivas.
Te imaginé viniendo hacia mí,
para decirme, con voz dulce y sólida,
que, en ti me acurrucara,
que juntos estaríamos seguros,
sabida, de que aquella escena, era solo
mía,
oriunda de un veterano sueño, ya caduco.
En lo que dura la milésima de un
instante,
quise amarte, otra vez, como antes, como
ayer,
pero no, no sucedió, y eso fue algo así
como la inmolación de mi pecho
y la fractura sin reparación
de todo mi esqueleto.
En esa tarde que debía acabar
como la de otro domingo común...
percibí diferente el entorno,
al desnudo, macabro, crudo...
y mi inspiración, cojeando muda
dejó de creer en el arcano sentido
del lado azul del corazón.
Y vaciada de fe... pensé:
en este mundo de horror,
quizá, solo soy, un error.
Carente de suelo y de techo,
de tanto lloverme, me anego...
y sin saber qué más decir...
por tanta franqueza,
al cielo, a mi musa, al amor
y a ti, cariño,
¡pido perdón!
Más nada... así quedé...
en el mutismo y la parálisis
de la sempiterna espera
-alucinación del alma-
del salvataje poético
de un lunes al alba.
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P-Car
Paty Carvajal-Chile
N°1561 – 14.10.2023
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