La calzada de los sueños
rosada y laxa se esfuma
bajo mi columna vertebral.
El paraíso de los anhelos
al que vaporosos fuimos
dejó de ser un lugar amable
y se abre en tétrico abismo.
Debo abandonarte amor
no podré cederte más
mi noche, mi codicia, mi fuego.
Esos bellos sueños, hoy,
implican la muerte y no,
no quiero irme sin ti.
Esperaré el milagro de
viva y lúcida, real,
adherirme a tus labios sinfín
y en un negado suspiro
la carnal muerte, sufrir.
.
.
.
P-Car
N°1646 – 03.03.2024
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