Un escalofrío

En un anochecer del alma… y como si fuese una brisa invernal… mi tristeza se desdobló, para formar un halo gris que me desplazó por un cielo sin luna ni estrellas, hacia un umbral enorme y majestuoso llamado soledad. Se me debilitaron las piernas, al ver frente a mis ojos, la extensión de un desierto del color de la oscuridad.

En un instante recordé el abandono, los días de soles helados, las noches apagadas de luceros, las voces hostiles gritando en la memoria y los silenciosos poblados que habitan las ausencias. Era un espacio de tiempos densos, lentos, sin albas ni ocasos, sin música, sin poesía… donde la bruma no se disipa y las golondrinas jamás visitan.

Tuve tanto miedo que un agudo dolor apretó mi pecho y cargó con pesadumbre mi cuerpo… Desperté sudorosa y entendí que, un ángel del tiempo y los sueños… en un milagroso segundo, me salvó de una pesadilla permanente y entonces me recorrió un escalofrío por saber que había respirado el aire de ese pavoroso e infértil lugar llamado olvido…

P-Car