Cuando mi cuerpo
se rinda
añoro me dejen en
la tierra
que me vio nacer
y ser mujer
entre la hora del
crepúsculo
y la primera ligera
estrella.
Que mi última
cuna de madera
sea tan blanca
como la primera
cubierta de capullos
silvestres
los que sobreviven
en la praderas:
que conocen el
rocío frío, el viento insolente,
la luz del alba
y el galanteo de la primavera.
No deseo mucho,
no deseo más.
Pero eso sí, y
lo pido de corazón,
así no explique bien
la razón:
quiero que todo suceda…
en los gráciles infinitos
instantes
entre la hora
dorada del ocaso
y la primerísima
estrella.
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P-Car
Paty Carvajal-Chile.
Derechos Reservados.
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Propiedad
Intelectual.
Imagen: de
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Hay estrellas en tu poema, no sé si será la certeza de vivir en paz.
ResponderBorrarBesos.
Hola Amapola, así es, las estrellas me brindan una sensación de que todo estará bien, que la vida no termina con la muerte física, y que la paz será parte de la vida eterna. Seguro ya te diste cuenta que mi blog está repleto de estrellas.
BorrarMuchos besos para ti y gracias siempre por visitarme.
Allí en la estrella brillarás para ser recordada y entre sientes destello susurraran tus versos un coro de angelillos bellos.
ResponderBorrarUn fuerte abrazo Paty, siempre un placer leerte.
Hola Agapxis, gracias por tan lindo comentario, y aunque no me pienso ir aún nunca se sabe lo que Dios tiene para cada uno. La vida es hoy y nada más...
BorrarUn abrazo.