Pude haber dicho tantas cosas,
difusas, locas, eróticas, amorosas.
Pude haber pensado tantas otras,
duras, ilícitas, dóciles, justas, pero
dime… ¿Cómo deletrear un adiós?
Así tu huella no demarque mis huellas
y tu sombra en otros terruños de sombra,
yo, te capturo dando forma a la estela
de tu sediento aliento y guapa silueta.
Y… en este sobrepoblado orbe
distingo tu rostro -mirándome-
entre miles de millones otros
sin pupilas, sin fe, sin norte.
Y mi virtud orgullosa
te incluye en mi verdad
siempre cósmica leyendo,
de tu afán, su voluntad.
Sí, pase lo que pase,
conmigo siempre estás,
en mi apuesta realidad
colmada de abstracciones
que danzan y entonan
noches de luna lujuriosas
y sonrosadas madrugadas.
Entonces Vida...
¿Cómo decir adiós?
Si lo albino de mi frase…
de filuda hacha… ¡pecara!
pasarías, en un soplo oscuro,
a ser alguien impropio:
un humano ruin, un ser rudo,
un don nadie… ¡un intruso!
Y aunque pizcas de todo eso
desunido de tu corazón, adoleces
aquí, mi bien, en este encaje
-de amores con amor sanado-
llano y desnudo, eres mero flujo:
rocío del cielo, templado y claro.
¿Cómo decirte adiós? ¿Cómo?...
Intuyo que eso sería algo así como
la exhalación de mi última palabra
enseguida del iracundo instante
de asesina detener -mutilar-
el ritmo amoroso de mi corazón
y el destilar poético de mi alma.
No… ¡Nunca te diré adiós! -Amor-
Si no logro siquiera un pétalo arrancar
menos podría, descomponer a dos,
que, con agraciada gala pueden,
en la aridez de la ardua existencia
crear el más exuberante jardín
¡de una sola flor!
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P-Car
Paty Carvajal-Chile
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