Quiero perderme un amplio rato
-un espacio de tiempo indeciso-
en mi veterana desolación.
Quiero ser quien guía
y la última en la fila
de mis vacilantes pasos.
Quiero pertenecerme en
lo atroz de mi palabra honesta
y en lo homicida de mi silencio.
Ser, la trizada calavera de mis aciertos
y la coronada soberana de mis errores.
Sé que me habré de equivocar
ayer, hoy, mañana, muchas veces
como también sé, que sobreviviré
-no intacta, no mala, no infanta-
siempre con algo menos
que debía mutilarse
a cambio de algo nuevo
destinado a parirse.
Me entrego, me rindo
a la oscuridad del fuego
y a la vela de la tiniebla.
Busco la raíz y el pétalo
de toda mi existencia
en el infinito desierto
que sobrio me acoge.
Sus ecos me insisten
que no nací huérfana.
En un lejos que es cerca
una mirada me observa.
Lo sabe, mi alma lo sabe:
porque entramos complejos
la amorosa arena se siente
cual agua, verde y celeste.
Me sobrecojo y fluyo
si decide llevarme
a esos ojos.
Y confiando en mi instinto
con un espíritu frugal
me dejo ser y vivo.
Cruzando la fiereza del océano
no temo a morir en el intento.
Todo, todo está bien,
todo es lo correcto.
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P-Car
N°1612 – 06.01.2024
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