Desgracia

Besé profundamente sus labios

para acariciar su lengua

y sin querer, me tragué ese silencio suyo

aquel que no sucumbe.

Bebí tanto vino de sus entrañas

que adoré ser una ebria

sin saber que de a poco

tragaría el lodo del fondo

que lento momificó las mías.

Le hice tatuajes de azúcar negra

dibujé con suspiros mi velo en sus iris

con tramas de mar, pinté su sombra

y me adentré tanto en sus congojas

que supe como explotar en tormenta

anegando calles de ciudades desiertas.

Lo amé con tal desespero

que cuando llegó el abandono

me caí al vacío

y me quebré como una porcelana

en el duro fondo de su ausencia.

Sí, caí en desgracia

y hoy –mírenme-

ya no soy la misma.

¿Será que me deseará con el mismo fuego

y me hará el amor mirándome a los ojos?

¿Se animará a alimentarme con dulzura

arrasando las depresiones de mi sangre?

¿Podrá de una buena vez salir de su cueva

con una bandera blanca en su mano

sin esa retorcida necesidad de tirar piedras?

¿Creerá en mí y en mis versos

hasta verme sonreír de nuevo?

¿Y esta vez…

querrá enamorarse también de mi alma

…sin miedo?

P-Car