Epitafio

Tras la maldad aguda

ni con abundante tibieza desaparece

la borrasca iracunda de un ente.

Sin aviso ni piedad

su naturaleza explota y se expande

como los peores siniestros de la historia.

A su paso destruye

…crepúsculos y amaneceres

sentimientos y sueños…

y sin importarle nada,

un jardín de caricias en botones

a punto de florecer.

Digo ente porque me refiero a

“alguien o algo”

que ya no tengo el humor ni la fuerza,

de definir completamente.

“Alguien o algo”

maliciosamente egoísta

que mora en un lejos perfecto,

y para cada rara ocasión que aparece

cuenta con millonarios corruptos relojes

que muestran la hora que les manda.

“Alguien o algo”…

que su careta dulce y bondadosa

es la intrínsecamente cruel tras su máscara

cuando actúa la obra titulada:

“Busco un amor verdadero”

Un “alguien o algo” que,

a veces, se le antoja ser lo que no es 

pretendiendo ser un hombre

por el interés quimérico de un encuentro.

Para mí es -con certeza-

una sombra proscrita del cielo

por lúdica elección propia.

(si supiera con lo que juega…)

Estoy extremadamente triste

pero porque Dios existe

sé que ese “alguien o algo”

cuando, entre sus arrugas sin caricias,

su piel huela a final,

querrá escuchar mi perdón.

Yo no iré a ver morir así

al ciego que prefirió a su ego

para hacerle cada noche el amor.

Hoy he tallado en mi mente

la edición actualizada del epitafio

de un final que no quería ser tal.

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Aquí yace algo o alguien

en la misma forma que vivió

Un ente que yo vi con forma…

Una sombra que le di mi luz…

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y porque la esencia es la esencia

quizás seré la única persona

que en una tarde inmune de mayo

-cada año-

le deje una flor.

No porque lo merezca

sino porque, a raudales y con mi alma entera,

a esta sombra, ente o lo que sea

yo le entregué

TODO MI AMOR

P-Car