Quise, pero no debía preguntar
si nuevamente pasaríamos
otra noche juntos.
Lo anhelaba de veras, en demasía,
pero que no es decoroso ni prudente
me lo había dejado bien claro la vida
junto a una montonera de amigas.
Pasamos una noche divina
unimos nuestros cuerpos
nuestros pensamientos
nuestras emociones
incluso reímos.
Para dormir lo poco que pudimos
te aferraste a mí, enroscado...
como un ser que crece pero que
no desea despegarse del nido.
Todo fluyó como si fuese nuestro
el utópico término: “perfecto”
Llegó la mañana, agitada...
el sol, el reloj, la ducha veloz
junto a un raro hedor en el aire
a rostros grises en cuerpos fríos,
a excesivos deberes sin alegrías.
Pero yo, aunque sé que no debía
quería expresarte lo lindo que fue
y preguntarte si, honestamente,
deseabas nos volviésemos a ver.
Estuve casi a punto de hacerlo
luego del último sorbo de café.
Más, no lo hice, fui moderna.
Hasta mi ego, siempre tenue,
de logro y orgullo se inflamó.
Eso sí, tuve que apretar mis labios
salvo para el dulce y ansioso beso del
“por favor, no te olvides de mí,
que ya te empiezo a querer”
Te fuiste y en un par de minutos
sentí un estruendo desde la calle.
Miré por el balcón y ahí estabas
tendido en un charco de sangre.
Un despistado envistió tu moto
no sabía si estabas muerto o no.
No sabes la pluralidad de pensamientos
que tuve mientras bajaba horrorizada.
El primordial, por qué no te dije
lo fascinante que fue conocer
el sereno de tu alma
en aquella velada.
Ni esa mañana ni nunca pudiste oírlo
y yo jamás, hasta hoy, hallé consuelo.
.
.
.
P-Car
N°1527 – 23.07.2023
Derechos
Reservados
Propiedad
Intelectual
Protección: Safe
Creative
📷 de Internet
(ante cualquier advertencia
será retirada de inmediato)