Que a ratos fui áspera y seca como la arena
y otros, suave y húmeda como la espuma.
Que he amado hasta explotar en gozo y llanto
y luego, me he culpado del mucho y del tanto.
Que, cuando quiero, omito ser de la tierra
y me transformo en pitonisa alada
que, entre letra y letra, se eleva y desciende
haciendo de su libertad todo un hogar.
Como casi entera la humanidad
para seguir aquí sin colapsar
de tanto en tanto, soñando sueño,
en demasía, como lo haces tú...
que quebradizo vienes y me lees
con tu pecho aun lleno de amor
y de símiles melancolías, tu reloj.
¿Quieres saber la verdad?
Mi esqueleto está desgastado
mi corazón, a rabiar, parchado
soy una gobernante sin brío ya...
rara mezcla de duda, furor y paz.
Más, con un pertinaz espíritu
que al monotemático calendario
de preguntar nunca acaba
por qué de pronto, sin más,
un filudo final aparece de la nada
ganando sin mérito, porque sí,
todas nuestras arduas cruzadas.
Labios ajados, organismo apagado
cabellos nevados, contraída mente
y la constante inocente pregunta
-más reinante que futurista-
de cuál es el terruño de la eternidad
donde flotando se puede danzar
y olvidar todas las penurias
del antes de...
Dime tiempo, dime tú, ahora, cuál...
¿Cuál es el lugar exacto donde llegan
a encintar estrellas y pétalos celestes
los ojos más azules que el mismísimo mar
después del sagrado trance de la muerte?
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P-Car
Paty Carvajal-Chile
N°1523 – 20.07.2023
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