Qué posible
es escribir y subrayar
esparciendo
por doquier
razones e
incoherencias
asumida de que
nunca las leerás.
Qué ventajoso
es mirar -y juzgar-
entendiendo
que lo que observo
real y hondamente
es nada más
que el sereno aire
y el afable azul
del mar.
Qué fácil es recordar
y resonar
-lacia, irrefutable,
fehaciente-
en medio de
la quieta abstracción
de tu flaco relegado
olvido
el que nunca sanará.
Qué viable es
mi ebrio amor desnudar
al tanto de
que, diestra y valerosa,
no te he de explorar
más
y de que tus momificados
labios
mis besos no han
de besar.
Qué cómodo es
sobrevivirte así
no haciendo nada…
¡nada distinto!
sobradamente enterada
de que
en un fortuito
loco instante
mi melancólico
corazón
detendrá su
latido.
Si no
fuésemos mortales,
si de marchar
no hubiese una hora,
si la
eternidad bordase el devenir,
nuestra quimera
y prosa
innegables y
osadas
¡serían
otras!
Si tú y yo…
si el ego…
si el tiempo.
Si tu alma…
si mi alma.
Ay… ¡mi gravoso
amor!
Cuando la
ansiedad gobierna
mi vientre,
mi aliento, mi pena,
me da por querer
saber
si incorpórea…
me
reconocerás.
.
.
.
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Imagen: Antonio Mora